Vistas de página en total

27 nov 2013

1 Juan 5:1-2

Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios, y todo el que ama al Padre, ama también a sus hijos.  Así, cuando amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, sabemos que amamos a los hijos de Dios.




Lo que Juan nos pide no es hipocresía.  No se trata de aparentar ni de ser amable con los demás.  Nos pide que cumplamos los mandamientos de Dios amando a sus hijos.  ¿Esto quiere decir que no puedo tener sentimientos encontrados?  ¡Por supuesto que no!  De hecho, te puedo asegurar, que si en tu corazón está el amar a tu prójimo, debes prepararte para una serie de eventos que te harán pensar dos o tres veces sobre esa decisión.  Es normal que, cuando queremos que Dios trabaje ciertas áreas de nuestra vida, Él utilice ciertas circunstancias para mostrarnos lo que realmente hay en lo más profundo de nosotros aunque a veces ni siquiera tiene que ir “tan” profundo.  No debe sorprenderte el hecho de sentir algún odio, rencor o coraje contra alguien.  No se trata de volvernos personas sin sentimientos por llegar a ese amor del que Dios nos habla.  Como dije al principio, no es vivir hipócritamente.  Todo lo contrario.  Se trata de reconocer lo que hay en nuestro corazón y abrirlo para que nuestro Dios se haga cargo.  Si hay alguien que simplemente no puedes tolerar por las razones que tú creas válidas y decides amar en obediencia a Dios, no debes esperar que de un día a otro todo sea maravilloso.  ¡Por supuesto que no!  Lo que sí debes esperar es que cada vez que en tu corazón comience a salir ese odio, coraje, rencor o cizaña contra esa persona, te detengas y hagas una oración entregando al Señor todos esos sentimientos que simplemente estorban en tu comunión con Él.  Ahora debes entender que darle “rienda suelta” a lo que antes considerabas útil, realmente no tiene sentido.  Piénsalo.  ¿De qué sirve almacenar todo ese odio?  ¿Qué beneficio tiene la falta de perdón?  Es un proceso.  Tal vez el primer día no sea tan exitoso.  No te detengas.  La entrega y obediencia al Señor al amar a sus hijos es algo de toda la vida y no de unos días o unos meses.  Por esta razón Juan dedica tantos versículos y capítulos a este tema.  Es sumamente profundo y de gran importancia para tu vida espiritual el entender este principio.  Recuerda, no se trata de vivir falsamente y sonriendo a todos.  Se trata de reconocer y entregar esos sentimientos que no agradan al Señor y pedir que sea Él quien los quite de tu vida.  Pide que quite el corazón de piedra y ponga uno de carne.  Pide que te llene de amor para poder amar así como Él te ama.  Seamos honestos.  Sin Dios es imposible hacer esto.  Incluso con las personas que amamos es complicado.  ¡Cuánto más con las que no!  Sin embargo, el Señor nos pide amor.  Nos pide obediencia.  Nos pide congruencia entre lo que decimos creer y lo que hacemos.  Así que, si crees que Jesús es el Cristo, has nacido del Padre y te corresponde amar a sus hijos como Él lo pide.  No lo pospongas.  No creas que es fingir.  Es un cambio interno entre Dios y tú.  Es una decisión que nadie puede hacer por ti.

Oración

Padre y Señor: confieso que Jesús es el Cristo y mi Salvador.  Confieso que quiero obedecerte y te pido me llenes de tu amor para poder amar a los demás.  Te pido que no haya hipocresía en mi vida y que cada instante me recuerdes el entregarte los sentimientos que no te agradan.  En Cristo Jesús te lo pido.  Amén

26 nov 2013

1 Juan 4:19-21

Nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero.  Si alguien afirma: Yo amo a Dios,  pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.  Y Él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.



Cuando atravesamos una situación difícil, muchas veces pensamos que las personas que nos rodean no entienden lo que estamos pasando y por ese simple hecho, descartamos sus consejos.  “Tú no sabes lo que es pasar por esto” les decimos.  Cierto.  Ellos no saben lo que atraviesas.  No saben cuánto dolor puedes tener.  No saben cuánta incertidumbre, cuánta preocupación o cualquier otro sentimiento que aplaste tu corazón y tu paz.  Sin embargo, cuando hablamos de Dios y de sus mandamientos, no podemos aplicar ese mismo principio.  Cuando hablamos de Cristo, no se trata de ser el que más ha sufrido o el que más pruebas ha atravesado para tener credibilidad o valor en los consejos que damos.  Te lo repito.  Cuando hablamos del Señor, no es necesario tener toda la experiencia del mundo para poder dar un consejo acertado y que debe ser escuchado.  ¿Por qué?  Porque no es tu sabiduría la que habla.  No es tu experiencia la que importa.  El consejo que se da es sobre lo que Dios, el Señor, quiere que hagamos.  Él hizo todo.  Él tiene toda la experiencia y todo el conocimiento.  Él sabe perfectamente como te sientes y mejor aún, lo que necesitas para mejorar: entregarle tu vida.
¿Qué tiene que ver todo esto con las palabras de Juan?  Que muchas veces queremos ocultarnos en el pretexto para no amar a nuestro prójimo.  Queremos escondernos detrás de lo que nos ha sucedido y queremos descalificar a todos porque “no nos entienden” y con eso creemos que las palabras de Dios también pierden fuerza.  ¡Error!  Si Dios te pide que ames a tu hermano, tu respuesta no puede ser: es que hoy no puedo por esto o aquello.  Tu respuesta debe ser: heme aquí Señor, te pido me llenes de tu amor para que pueda existir amor de mí hacia mi prójimo.  ¡Ese es un verdadero seguidor del Señor!  Los demás caen en lo que Juan describe como mentirosos.  Sí.  Hablan de Dios.  Les gusta escuchar de Él.  Quieren sus bendiciones.  Pero cuando se trata de morir a uno mismo y entregarse para servir, todo cambia.  ¿De qué lado estás tú?  Se honesto.  No me engañas a mí ni a los que te rodean.  Mucho menos al Señor.  Te estás engañando a ti mismo y seguramente debes sentirte mal por ello.  Dios hizo todo.  Él nos amó primero.  Nosotros no hicimos nada más que reconocer ese increíble amor.  ¿Por qué seguir escondiéndonos en pretextos para no servir al Señor?  ¿Por qué queremos seguir buscando cómo recibir y no querer dar?  Es muy claro el mensaje de Dios.  Ama a tu prójimo.  ¿Qué estás esperando?  ¿Quieres seguir atrapado en lo que te ha pasado o pasa actualmente?  ¿Quieres seguir diciendo que no te comprendo?  Bien.  Espero no pase demasiado tiempo para que te des cuenta de todo lo que te estás perdiendo por tu necedad.

Oración
Padre: perdóname.  He querido utilizar mil y un pretextos que hoy entiendo no sirven de nada.  Heme aquí mi Señor.  Doblando mis rodillas.  Doblando mi corazón.  Toma mi vida.  Toma mi todo.  Guíame para poder vivir amando a mi prójimo como Tú me amaste primero.  Te doy las gracias y te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén.

25 nov 2013

1 Juan 4:16-18

Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama.  Dios es amor.  El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.  Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús.  En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor.  El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.




Como humanos, tenemos una necesidad de pertenecer a algo y ser aceptados.  Tenemos una dependencia y necesidad de aceptación del tamaño de Dios.  Cuando la tratamos de sustituir con otras cosas, simplemente nos llenamos de temor como dice el pasaje pues nunca nos sentiremos plenos y nos quedará la duda de estar haciendo lo correcto.  Tal vez no te has percatado y pienses que tú no necesitas de nada.  Tal vez piensas que Dios no existe.  Tal vez te consideras una persona que va en contra de lo que los demás piensan.  Pero te puedo asegurar, que incluso tú, buscas personas que sean como tú y tratas de pertenecer y ser aceptado.  Aquellos que creemos en Jesús, le pertenecemos y hemos sido aceptados por Él.  Buscamos imitarle.  Buscamos que transforme nuestro corazón y nuestra mente.  Sabemos que nos ama.  Sabemos hacia dónde nos lleva y lo que sigue después de esta vida.  Sabemos que habrá juicio pero que Jesús será nuestro abogado.  En Él no tenemos temor.  Esto me hace pensar, que todos aquellos que están fuera de Él, viven en temor.  Entonces debemos cuestionarnos, ¿qué estamos haciendo para que esa gente no siga viviendo así?  ¿Acaso está bien quedarnos en nuestra esquina sanos y salvos mientras los demás viven con miedo?  ¿Acaso está bien vivir para nosotros mientras los demás se van a una eternidad sin Dios?  El pasaje parece enfocarse en aquellos que no tienen a Dios y el temor con el que viven.  Pero al leer estas palabras, lo primero que viene a mi mente es la gran necesidad que existe de Dios y nuestra responsabilidad de obedecer el mandamiento de Jesús de ir y hacer discípulos.  Es un mandamiento compartido.  No es un mandamiento para los que conocen la biblia entera y de memoria.  Tampoco es para aquellos que han tomado muchos estudios bíblicos o son predicadores.  ¡Tú debes ir y compartir el evangelio!  Las palabras de Juan deben quedarse en tu corazón y motivarte a salir y hablar del Señor.  Es increíble estar confiados en Él y saber que nos ama, pero debemos también vivir como Jesús.  Por esta razón debemos aprender a desprendernos de nosotros mismos y vivir para servirle.  Debemos apartarnos de nuestro orgullo y aprender a “lavar los pies” de los demás.  La mayoría conoce el dicho de “es mejor dar que recibir” pero muy pocos lo ponen por práctica.  Esta es la forma en la que vivió Jesús y tú debes imitar.  Da.  Da todo lo que tienes pues todo lo has recibido por gracia del Señor.  Deja de pensar en ti.  Deja de pensar en que tú necesitas.  ¿Acaso Dios no llena tu vida?  ¿Acaso Dios no puede poner perdón en tu corazón?  ¿No puede sanar tus heridas y llenarte de su consuelo?  No podemos quedarnos con ese amor sin compartirlo.  No es como Jesús vivió y no es como nos pide que vivamos.  Él nos da todo y al mismo tiempo quiere utilizarte para que vayas y anuncies su reconciliación.

Oración

Padre: perdona que no deje de pensar en mi, en mi situación, en mis problemas y en todo aquello que me hace no pensar en mi prójimo.  Hoy te pido que llenes mi vida de Ti y pueda salir y compartir tu nombre.  Hoy te pido que deje de pensar en mí y vea el gran amor que me has dado.  Hoy te pido deje de pensar en mí y pueda vivir agradecido con lo que hoy tengo.  Gracias Señor por guiar mi vida.  En Cristo Jesús.  Amén

21 nov 2013

1 Juan 4:13-15

¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros?  Porque nos ha dado de su Espíritu.  Y nosotros hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo.  Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 



Pedro es el primer discípulo en contestar que Jesús es el Cristo.  En estos capítulos que hemos estudiado de la carta de Juan, una y otra vez se habla sobre cómo reconocer quién es de Dios y quién no; cómo permanecer en Él; se habla de la importancia que tiene el amar a nuestro prójimo como Dios nos amó a nosotros.  El día de hoy, se nos recuerda nuevamente la gran relevancia que tiene el reconocer en nuestros corazones que el Padre mandó a su Hijo para ser el Salvador del mundo.  Como escribí al principio: Pedro lo reconoció y así tenemos que reconocerle nosotros.  Cristo no fue un buen maestro.  No fue un gran profeta ni mucho menos una gran persona.  No.  El fue y es el Hijo de Dios.  ¿Entiendes la diferencia?  Todas las características anteriores pueden ser igualadas por alguien más pero solo existe un Hijo de Dios.  Solamente existe un Salvador.  Solamente existe un Cordero Inmolado que ha vencido a la muerte al resucitar al tercer día.  Cuando Pedro le contesta a Jesús que él es el Cristo, Jesús le dice que esto le ha sido revelado por el Espíritu.  Esto es justamente lo que Juan está diciendo que sucede en nuestras vidas.  Al reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador, recibimos al Espíritu quien nos da entendimiento y discernimiento.  Sí, es totalmente sobrenatural.  De hecho, si no lo has experimentado, mis palabras no serán suficientes para describir lo que es el tener al Espíritu Santo en tu vida.  Lo que te puedo decir es que el Espíritu da fruto al transformar nuestro carácter y personalidad haciéndola semejante a la de Jesús.  Por esta razón vemos testimonios que jamás imaginamos posibles.  Personas que se encontraban perdidas en vicios, ahora están limpios y dando gloria al Señor.  Personas que buscaban quitarse la vida hoy pueden animar a otros a encontrar otro camino a través del Señor.  Familias destrozadas que hoy pueden tener comunión entre ellos.  Y así, la lista sigue y sigue.  ¡Ese es el trabajo sobrenatural del Espíritu Santo en nosotros!
Por otro lado, Juan, inteligentemente nos dice cómo podemos estar seguros que Dios permanece en nosotros.  Hay ocasiones en las que simplemente nos sentimos apartados de Dios.  Pareciera como que Él está en el cielo y nosotros muy lejos en la tierra.  Nosotros hablamos pero no estamos convencidos que nos escuchen.  ¿Te ha pasado?  Pues Juan nos tiene una respuesta y al mismo tiempo recordatorio: si alguno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.  ¿Te das cuenta?  Dios no te ha abandonado.  Él no se ha ido.  Él está ahí.  Siempre ha estado ahí.  Probablemente seas tú quien ha dado la espalda o está sumergido en tus propias cosas.  Sea como sea, recuerda que el Señor permanece en ti.  Dobla tus rodillas y no te dejes engañar pues Él nunca te ha abandonado. 

Oración

Padre: gracias por no abandonarme.  Gracias por estar siempre a mi lado.  Gracias por amarme y enviar a tu Hijo.  Hoy quiero renovar mi compromiso contigo.  Quiero entregarte mi vida y pedirte que corrijas mis pasos pues quiero que mis deseos sean tus deseos y todo lo que haga sea conforme a tu voluntad y en obediencia a Ti.  Hoy entiendo cómo puedo permanecer en Ti y tú en mí.  Reconozco que Jesús es mi Salvador y tu Hijo.  Entiendo que murió por mis pecados y te pido sea perdonado.  Gracias mi Señor en el nombre de Jesús.  Amén