Si vemos un poco de historia
bíblica, basta recordar a todos aquellos que han sido fieles a la palabra de
Dios y ver cuántas bendiciones recibieron.
Dios nos dice claramente que permanezcamos en Él y llevaremos fruto en
abundancia. Nos dice que seamos
obedientes y derramará sus bendiciones sobre nosotros. Nos dice que tiene cuidado especial y nos
conoce. Si lo hace en lo individual,
también lo hace en lo colectivo. Como nación,
podemos ver a los Estados Unidos como un gran ejemplo de este pasaje. Este país está fundado sobre las bases de la
biblia y Dios. Su población es
principalmente cristiana y la cultura está influenciada en gran manera por las enseñanzas
de la palabra de Dios. ¿La
consecuencia? Es el país más
bendecido. Recientemente, las generaciones
se han ido apartando de ese “primer amor” y Jehová ha ido perdiendo terreno,
sin embargo, sigue siendo el país con el mayor número de misioneros que son
enviados a compartir el mensaje de Cristo y el país con mayor apoyo humanitario
a nivel mundial. Es en este país donde
me di cuenta que la gente rica no busca solamente hacerse más rico sino también
busca la manera de ayudar a los que no han sido tan afortunados como
ellos. La gente se convierte en un canal
de bendiciones que llegan a más personas en lugar de quedarse uno solo con
todo. Muchos de los que leen esto viven
en países latinoamericanos y experimentan lo opuesto. Gente que no ve ni ama a su vecino. Gente que no busca ayudar sino abusar de cualquier
oportunidad que se presente. Corrupción. Inseguridad.
Desigualdad. ¿Sabes? La respuesta no está en un mejor
gobierno. Otro presidente. Otro partido.
Otro candidato. La respuesta está
solamente en una nación que alabe y tema a Cristo. No de labios ni palabrerías sino de hechos y
acciones. ¡Esto es lo que realmente
transforma a una nación! ¿Quieres vivir
en un lugar mejor? Comparte el
evangelio. ¡Así de simple! Empezarás por alcanzar a tus vecinos y,
solamente con eso, tu día a día será mejor.
Cada día que te levantes pide al Señor ser una luz y llevar sus
bendiciones a los que te rodean. Deja de
ver por lo que necesitas, lo que te hace falta o lo que te gustaría y comienza
a preguntarte qué quiere Dios de ti. Te lo
repito: cada mañana pregúntate qué quiere Dios que hagas para servirle. En lo personal. En lo laboral. En lo familiar. Como esposo o esposa. Como padre o madre. Como hijo o hija. Como amigo.
¿Qué quiere el Señor que hagas para servirle? Solamente así podemos comenzar a crear una
nación bienaventurada que teme y ama al Señor.
Oración
Padre: te pido por mi ciudad, por mi
país y por mi vida. Te pido que tu
reines en mí y sea una luz para llevar tu evangelio a cada rincón y transformar
cada casa y familia que pones en mi camino.
Aquí está mi vida para que me digas cómo te puedo servir. Dame sabiduría y sensibilidad para entender
en dónde quieres que trabaje. Gracias por
tus bendiciones pues no las merezco. Gracias
en el nombre de Jesús. Amén