Hace muchos, muchos años, mientras
estaba con mi familia de vacaciones en la playa, recuerdo que empezó a llover y
no paró por mucho tiempo. De repente, al
asomarnos al balcón, comenzamos a ver que los coches que estaban estacionados
cerca del mar comenzaron a ser arrastrados y literalmente el mar se los estaba
tragando. Un coche entero se lo llevaba
el agua como si fuera algo tan liviano como una hoja. Han pasado más de treinta años de este suceso
y no lo puedo olvidar por el impacto que creó en mí. Tanta fuerza.
Tanto poder. Tan insignificantes
nosotros y tan majestuoso el océano. Mientras
meditaba en el pasaje de hoy, recordaba la inmensidad del mar y cómo Dios está
por encima de él. Estos versículos están
escritos para que podamos dar dimensión a Jehová. Para que nuestra mente tenga un poco de idea
de su inmensidad, gloria y soberanía.
¡Esa es la voz del Señor! Solamente
su voz es así de impactante. Imagina cuando
se habla del resto de su presencia… ¿Sabes? A veces nos ahogamos en un vaso de agua. Pensamos que no hay salida. Pensamos que no tenemos opción. Tal vez te sientes solo. Tal vez te sientes deprimido. Puede ser que estés atravesando enfermedad,
adicción o una separación. Todo esto nos
hace pensar que el panorama es negro y no podemos hacer nada al respecto. Pero no termina ahí. Hoy quiero decirte que hay un Dios que,
además de ser Todopoderoso, que cuando habla es mucho más imponente que el mar o
los truenos, te ama y quiere tener comunión contigo. Quiere traer esperanza a tu vida. Quiere darle sentido a tus días. Quiere darte dirección para que no andes sin
rumbo. El día de hoy debemos meditar en
la grandeza del Dios en el que creemos y confiamos. Su voz está sobre las aguas y resuena potente
y majestuosa. Esa gran voz pertenece al
Dios único y soberano que nos ama como nadie nos ha amado y nos busca como
nadie nos ha buscado. ¿No te parece
increíble? Hace unos días una persona se
quejaba de un vecino que era cristiano y estaba compartiendo de Dios con
todos. “Quiere convertir a todo el
edificio” me dijo. Tristemente no dije
nada. Después pensé: ¿Qué tiene de malo
que esté buscando compartir su fe? Está
queriendo compartir las bendiciones que ha recibido con los demás. Cuando alguien nos recomienda un restaurante
nadie se queja diciendo: por qué insiste tanto en que vayamos a comer a tal
lugar. Pero cuando alguien habla de
Dios, de repente todo cambia. Incomoda a
la gente y ahora resulta que mejor debemos quedarnos callados. ¿Cómo callarnos ante tal majestuosidad? La misma biblia nos dice que una lámpara no
se pone debajo de la mesa. Nuestro deber
es ser luz en un mundo de tinieblas. Nuestro
deber es llevar el evangelio a cada rincón para que la gente pueda escuchar esa
voz magnífica y poderosa y se reconcilien con Dios. Piénsalo.
Oración
Padre: gracias por ayudarme a tener
un mejor concepto de tu majestuosidad y poder.
Gracias por amarme primero y permitirme acercarme a Ti. Te pido no me olvide de esto cuando los días
sean oscuros y mi ánimo esté bajo. En Cristo
Jesús. Amén
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