Algunos de ustedes saben quién es
Tiger Woods. Uno de los mejores
golfistas de la historia. Otros sabrán
quién es Lance Armstrong. Uno de los
mejores ciclistas. Dudo que alguien no
sepa quién es Elvis Presley.
¿Sabes? Es fácil admirar a
aquellos que logran algo espectacular.
¿Cómo evitarlo? Imposible. Aunque no supiera nada de golf, ver jugar a
Tiger resultaba algo increíble. Uno no
tiene que ser conocedor de música para disfrutar escuchando a Elvis. Simplemente son personas únicas con un
talento envidiable. Tristemente, estos
tres ejemplos terminaron cometiendo errores gravísimos que de acabaron con su
carrera. Elvis abusó de las drogas y
falleció. Lance Armstrong admitió que utilizó
productos prohibidos (drogas) para mejorar su desempeño y le fueron quitadas
las medallas que había ganado. Tiger,
engañó a su esposa, se divorció y simplemente no pudo volver a ser el mismo de
antes. Cuando alguien es famoso o
exitoso, lo elevamos a un estatus que no le corresponde. Pensamos que son perfectos. Pensamos que sus vidas son distintas a las
nuestras. Más triste aún, pensamos que sus
vidas son mejores que las nuestras. No escribo
esto para señalar a los que han cometido errores. ¡Al contrario! Lo escribo para señalarnos a nosotros mismos
y darnos cuenta que estamos buscando en el lugar equivocado. Esa perfección solamente la encontramos en
Cristo. La biblia nos dice que Dios
habló a los discípulos diciendo que Jesús era su Hijo y en él se
complacía. El pasaje de hoy nos dice que
Dios ama la justicia y el derecho.
Cristo era el ejemplo mismo de justicia y derecho. Dios es el ejemplo de justicia y derecho. No podemos esperar que la gente cumpla con lo
que solamente Cristo pudo cumplir. ¡Nuestros
ejemplos a seguir no pueden ser políticos, artistas o deportistas! Nuestro ejemplo debe ser Jesús. Cuando leo este pasaje: el Señor ama la
justicia y el derecho; entiendo que debo amar yo lo mismo que Él ama. Yo debo buscar la justicia. Yo debo buscar el derecho. ¿Dónde encuentro ese ejemplo perfecto? En Cristo.
No en los pastores de una iglesia.
No en algún líder religioso. En
Jesucristo. En Dios.
Hay gente que no puede entender que
haya justicia y derecho de la misma mano que el amor, pero este pasaje nos
explica lo contrario. Dios no dejará de
ser Dios ni quitará sus mandamientos para que nuestras faltas sean pasadas por
alto. Al mismo tiempo, su amor sigue
derramándose en esta tierra y sobre nosotros para que nos demos cuenta de
nuestro pecado, de nuestra necesidad de Él y dejar de pecar. Dios ama.
Abundantemente nos ama. Al mismo
tiempo ama la justicia y el derecho. No podemos
cambiar a Dios. No podemos alterar sus
principios. La gente quiere pensar que
puede pero la realidad es que es imposible.
Dios es Dios. nosotros no somos
nadie para cambiar lo que Él ya estableció.
Ahora, ¡el mensaje es hermoso! Hay
orden, justicia, derecho y al mismo tiempo amor. ¡Imagina que no supiéramos cómo agradar a
Dios sabiendo que además vendría justicia!
Sería un caos. Jehová tiene todo
en orden. Nos da la pauta. El camino.
Las formas. Además, mandó a su
Unigénito para desbordar su amor sobre nosotros. Aunque esto fuera suficiente, cuando le
aceptamos, su Espíritu viene a vivir dentro de nosotros. ¿No te parece increíble?
Oración
Señor: gracias. Tu amor no lo merezco y aun así lo derramas
todos los días sobre mí. Gracias por
enseñarme que todo está bajo tu control.
Que amas el derecho y la justicia mientras que al mismo tiempo nos amas
incondicionalmente. Hoy aprendí que debo
poner mi mirada en Ti y solamente en Ti.
Te pido me des sabiduría para caminar siempre en tus pasos y agradarte
en todo lo que haga. En Cristo
Jesús. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario