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21 jul 2010

Apocalipsis 3:20

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.



Siempre he escuchado predicaciones que nos muestran el amor tan grande de Dios hacia nosotros utilizando este versículo como ejemplo. Dios mismo, el Señor, está tocando la puerta de nuestros corazones, la puerta de nuestra vida. Nos busca. Nos llama. Quiere que nos reconciliemos con Él. ¡Es increíble saber que Dios me busca y me permita tener comunión con Él!
Sin embargo, me parece que podemos aplicar este versículo no solo para el “primer” encuentro con Dios sino a lo largo de nuestra vida con Él. Me explico mejor. ¿Cuántas veces te has sentido sin rumbo, cansado, angustiado, enojado, sin esperanza? Yo muchas. ¡No todas al mismo tiempo! Pero en diferentes etapas de mi vida he experimentado momentos y situaciones difíciles. Estoy seguro que tú también. Si recordamos algunos pasajes de Santiago, sabemos que las pruebas que tengamos serán para nuestro propio bien.
¿Entonces por qué es tan difícil atravesarlas?
Porque nos tardamos en entender su propósito: abrir la puerta de nuestro corazón al Señor y reconocer que estamos haciendo las cosas a nuestra manera y no a la Suya. Las pruebas no son difíciles, ¡lo difícil es dejarnos ser transformados! Me he dado cuenta que mi corazón y mi vida no tiene una sola puerta sino muchas. Está la puerta de mi trabajo que a raíz de muchas situaciones muy difíciles he aprendido a abrirla y entregarla a mi Dios. Está la puerta de mi esposa, la puerta de mi amor al prójimo, la puerta de mis enojos, de mi orgullo, de mi falta de paciencia, del dinero y así la lista sigue.
¿Puedes entenderlo?
Si bien, el pasaje nos habla de nuestro primer encuentro con Dios al reconocer nuestros pecados y aceptarlo para que viva en nosotros. También tenemos que aceptar que nos cuesta trabajo abrir las demás puertas de nuestra vida. Debemos darnos cuenta que cuando nada parece salir bien, cuando no tenemos paz, cuando ya no podemos más, no son las circunstancias las que provocan este estado sino nuestro Dios llamando a nuestras distintas puertas que debemos abrir. Es nuestro Señor orillándonos y llevándonos a una esquina para que lo único que podamos hacer sea voltear al cielo y reconciliarnos con Él.
Hoy Jehová está llamando a tu puerta. Puede ser la primera o alguna otra, pero te está buscando y quiere que te reconcilies con Él. Quiere mostrarte un camino distinto. Quiere mostrarte su amor y gracia. Quiere que seas su hijo y Él tu Padre. ¿Qué vas a responder?

Oración
Señor: te pido perdón. Hoy quiero abrir la puerta de mi corazón, la puerta de mi vida y pedirte que pueda ser reconciliado contigo. Te pido que vivas en mí. Estoy cansado, derrotado y necesito de Ti, de tu palabra y de tus caminos. Lléname de tu amor y de tu gracia y ayúdame a vivir conforme a Tu voluntad. Gracias por esta nueva oportunidad que me das. Gracias en el nombre de Jesús
Amén

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