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29 may 2013

1 Pedro 2:13-15


Sométanse por causa del Señor a toda autoridad humana, ya sea al rey como suprema autoridad, o a los gobernadores que él envía para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien.  Porque ésta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos.



Al principio pensaba que resulta más difícil para aquellos que nacimos en países donde la ley no se cumple y hay corrupción, el obedecer estos mandamientos.  Hoy me doy cuenta que pasa lo mismo en países desarrollados.  El someterse a la autoridad no nos resulta natural.  O mejor dicho, resulta fácil hasta que hay algo en lo que no estoy de acuerdo.  Como sociedad, hemos creado instituciones para poder llegar a un orden y vivir mejor.  Teóricamente, estas instituciones ven por el bien común.  La verdad es que resulta imposible no afectar a alguien cuando se busca el bien de muchos.  En Estados Unidos hay dos grupos políticos.  Esto quiere decir que cuando un presidente es electo, prácticamente la mitad del país no está contento con la elección.  En México, por ejemplo, son tres los principales partidos.  Aquí es todavía peor.  Con un presidente electo, ahora casi el 66% de los votantes está en desacuerdo.  Obviamente suponiendo que el voto está dividido perfectamente.  Mi punto: es fácil estar en desacuerdo con nuestras autoridades sin importar en donde vivamos.  Un superior en el trabajo es autoridad humana.  Un policía es autoridad humana.  ¿Y si soy mejor que mi jefe?  ¿Y si tengo mejor preparación y criterio que un policía?  ¿Y si son corruptos?  Preguntas válidas.  La respuesta es sencilla: someterse a toda autoridad humana.  La obediencia a las autoridades no está ligada a su ejemplo y entereza.  Leíste bien.  Debemos obedecer a nuestras autoridades porque es lo que Dios pide que hagamos.  Porque a través de este ejemplo, nadie tendrá nada que decir en contra de nosotros.  Podemos buscar mejores representantes y autoridades a través de nuestro voto, pero esto no nos da el derecho a no obedecerles.  De hecho, si consideramos la persecución que estaba sufriendo la iglesia en ese tiempo, resulta increíble que Pedro motive a obedecer a ese tipo de autoridades.  No importa que haya abuso de poder.  No importa que no estemos de acuerdo en lo que hacen ni en cómo se comportan.  Dios nos pide que obedezcamos.  ¿Qué hizo Jesús en su tiempo?  Lo mismo.  Obedecer a sus autoridades.  ¿Significa que debemos dejarnos?  ¿Significa que no tenemos voz?  ¿Significa que pueden aplastarnos?  No.  Significa que confiamos en Aquél que ha vencido al mundo.  Si solamente ves lo que tienes frente a ti, puede resultar difícil entenderlo.  Pero si puedes darle la perspectiva correcta, con la promesa de Dios, entenderás que Él es el que se encarga de cuidarnos y de bendecirnos.  Entonces, el obedecer a nuestras autoridades resulta un paso más en nuestro testimonio mientras estamos aquí.  Podemos dejar la carga de “cuidarnos” de que se aprovechen de nosotros y entregarla al Señor pues Él es quien ahora nos cuida.  Él pone y quita a las autoridades.  Ninguna se le escapa.  Así que, confiemos en Él.  Descansemos en Él.  Permanezcamos en Él.  Así podremos obedecer a nuestras autoridades con mayor facilidad y sin cuestionar.  Sabiendo que el Dios Todopoderoso está de nuestro lado y pide obediencia.

Oración
Señor: perdóname pues he puesto en juicio el obedecer a mis autoridades.  Hoy entiendo que me pides que las obedezca sin importar su testimonio o entereza.  Te pido que pueda ver más allá y entender que esto es lo que te agrada y lo que debo hacer.  Te pido que me des valor y fortaleza para corregir mi manera de pensar y actuar y que, de ahora en adelante actúe sometiéndome a las autoridades.  Te entrego mi orgullo.  Te entrego mi vida para que Tú la guardes y la dirijas conforme a Tu voluntad.  En el nombre de Jesús.  Amén

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