Vistas de página en total

11 dic 2015

Salmos 21:1

En tu fuerza, Señor, se regocija el rey.  ¡Cuánto se alegra en tus victorias!



En el capítulo 20, leímos la oración previa a la batalla.  En el 21, presenciamos que la victoria ha sido dada.  Pero no debemos pasar por alto la primera parte del versículo que nos enseña cómo el rey se regocija en la fuerza del Señor y no en la propia.  Es muy importante trasladarse a esas épocas y tratar de entender cómo era la vida en ese entonces y lo que el rey representaba junto con el poder que tenía.  Un rey podía cambiar cualquier ley o decreto a su antojo y nadie podía opinar al respecto o podrían ser asesinados simplemente porque al rey le parecía adecuado.  El rey tenía un poder absoluto.  La gente no cuestionaba y simplemente obedecían lo que se pedía.  El rey era un símbolo de fuerza, sabiduría y poder.  Es como tener a un presidente de hoy en día, del país más poderoso del mundo, sin ninguna restricción por el congreso ni las opiniones de nadie.  Ahí estaba David.  Con todo ese poder.  Algunos reyes (e incluso líderes de hoy en día) no saben qué hacer con tanto poder y terminan siendo tiranos y pésimos gobernantes.  David, inmediatamente después de haber ganado la batalla, cantó y reconoció quién había dado la victoria: Jehová.  No cantó festejando su gran estrategia militar ni su gran poderío en armamentos.  No se gozó en su impresionante ejército ni en nada que no fuera la fuerza del Señor.  El rey.  Aquél con todo el poder.  Quitando el reflector de sí mismo y apuntándolo a quien realmente lo merece: Dios.  ¡Increíble testimonio!  ¿Cuántas veces recibimos algún cumplido y no decimos que realmente es Dios quien merece toda la gloria?  ¿Cuánto tiempo pasa sin que des gracias al Señor por las victorias que trae a tu vida?  ¿Reconoces que es él quien da la victoria o sigues pensando que es tu gran capacidad?  Por esta razón hice gran énfasis en lo que el rey representa: la autoridad máxima.  Sin embargo, David se humilla ante el señor y le da todo el reconocimiento por la victoria.  Imagina el impacto que ocasionó el ver a un rey trasladar el reconocimiento y la gloria a Dios en lugar de a él mismo.  David cometió muchos errores.  Algunos sumamente graves.  Sin embargo, su corazón quería agradar al Señor.  Recuerda que todos somos pecadores.  El mismo Pablo reconoce el problema que representa su propia carne y nos sirve de ejemplo para entender que, cuando cometemos un error, no debemos dejarnos engañar por el Acusador pensando que Dios no nos va a recibir más.  Recuerda que hemos sido reconciliados y nuestra comunión con El nunca dejará de ser.
Por último, quiero animarte a abrir los ojos y reconocer las victorias que te ha dado y sigue dando el Señor.  ¡Gózate en ellas!  ¡Alégrate en ellas!  Satanás quiere que pensemos que somos nosotros mismos los que hacemos todo y merecemos todo.  Dios nos enseña la verdad: es él quien nos lo da en su amor y misericordia.  Así que, humilla tu corazón.  No dejes que tu soberbia entorpezca tu comunión con Dios y analiza tu vida.  Piensa dónde estás parado y dónde estarías de no ser por el Señor.  Date cuenta de lo bueno que es Dios y alégrate, como el salmista, por las victorias que el Señor te da y sobre todo por las que han de venir.

Oración

Señor: gracias.  Gracias por recordarme que la victoria es tuya.  Gracias por tumbar mi soberbia en un instante y mostrarme que todo proviene de Ti.  Gracias por permitirme gozarme junto contigo en tus victorias y tus bendiciones.  Gracias mi Señor.  Te pido mi vida sea de testimonio para los demás y te sirva en todo lo que haga.  En el nombre de Jesús.  Amén.

10 dic 2015

Salmos 20:8-9

Ellos son vencidos y caen pero nosotros nos erguimos y de pie permanecemos.  ¡Concede Señor, la victoria al Rey!  ¡Responde cuando te llamemos!




Cuando dice “ellos” se refiere al versículo anterior donde leímos de aquellos que confían en sus carros de guerra y en sus corceles en lugar de confiar en el Señor.  Este pasaje es un llamado a la guerra y la visión que debemos tener como hijos de Dios cuando nos enfrentamos a cualquier adversidad.  Cada vez que permanecemos en Él, no solo no caemos sino nos hace volar.  Isaías 40:31 nos dice que aquellos que esperamos en Jehová tendremos nuevas fuerzas, levantaremos alas como las águilas, correremos y no nos cansaremos, caminaremos y no nos fatigaremos.  Juan 16:33, Cristo nos dice: en el mundo tendrás aflicción pero confía pues Yo he vencido al mundo.  No te sorprendas de encontrarte con tormentas y situaciones que no sabes cómo sobrellevar.  No te desanimes al ver que las cosas no son como tú querías o te gustaría.  No te enojes al ver que otros sobresalen o tienen mayor éxito haciendo lo que no es agradable al Señor.  Tarde o temprano, aquellos que no siguen al Señor caerán y serán vencidos mientras que los que somos hijos de Él, nos erguiremos y permaneceremos de pie.  ¿Te das cuenta de la esperanza que trae Jehová a tu vida?  Mientras que todo en este mundo se mueve hacia Satanás y la oscuridad, Cristo vino a traer luz y esperanza.  De aquí la importancia de dar testimonio y llevar el evangelio a más personas.  ¿Cómo podemos quedarnos con tanta bendición y no compartirla?  La misma biblia nos pide que seamos luz y sal para este mundo.  No sé que estás atravesando.  Puede ser que estés en un momento de bonanza o por el contrario, pasando pruebas difíciles y te sientes cansado o incluso aplastado.  Hoy quiero recordarte algo muy importante.  Si estás en la primera situación, debes utilizar esos momentos para ser de ayuda y consuelo para los que se encuentran en la segunda situación.  Anima a tu hermano en la fe.  Trae consuelo.  Ora con él y por él.  Lleva el amor de Dios a esas personas que se sienten olvidadas por todo lo que están atravesando.  Por otro lado, si estás en medio del huracán, quiero que sepas que la biblia nos repite una y otra vez, que aquellos que permanecemos en El, tenemos la victoria.  No es un dicho ni un buen deseo.  Es la verdad.  Es la palabra de Dios quien nunca miente y nunca se ha equivocado.  Tal vez hoy no tienes esperanza.  Tal vez estás tan abatido que ya no sabes qué hacer.  Debes saber que lo que nuestro Dios busca es corazones humillados y dispuestos a servir.  Busca enfermos que clamen: ¡Señor, límpiame!  Y no busca sabios que se gloríen de su propia inteligencia.  No busca al perfecto y sin mancha sino al que reconoce su pecado y su necesidad de ser perdonado.  Has una pausa.  Sepárate por un momento de todo lo que está pasando.  Ahora vuelve a leer el pasaje.  Entiende que Dios te está diciendo que en él, siempre podrás permanecer erguido y de pie sin importar lo que venga de frente.

Oración

Padre: en Ti confío.  Mi esperanza y consuelo eres Tú.  Te pido perdones mis pecados y pueda estar en comunión perfecta contigo.  Quiero vivir conforme a tu voluntad y siendo testimonio de tu gran amor y la increíble esperanza que traes a mi vida.  Te pido que traigas paz a mi vida y me mantengas erguido y de pie pues yo ya no puedo.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén.

8 dic 2015

Salmos 20:7

Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus corceles pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios.



Imagina por un momento que estás por entrar en una guerra.  La ciudad frente a ti se caracteriza por tener la muralla más alta y fuerte en todo el mundo.  ¿Qué estrategia utilizas?  También imagina que te estás enfrentando a un enemigo que te intimida por ser más grande y fuerte que tú.  ¿Qué haces?  Otra imagen es tener a un ejército persiguiéndote con sus mejores hombres y tú solamente cuentas con personas que no han sido entrenadas en el ámbito militar.  ¿Te rindes y te dejas caer?  El primer ejemplo lo tomé de Josué y las murallas de Jericó.  El segundo lo tomé del momento en que los israelitas temen enfrentarse a los filisteos pues Goliat era intimidante.  Y el tercer ejemplo es cuando el pueblo de Israel es liberado de Egipto y Faraón decide enviar a sus mejores hombres a perseguirlos por el desierto.  ¿Qué sucedió en esos tres casos?  Jehová los libró con milagros que jamás pudieron imaginar.  Nunca se habían caído murallas con el sonido de cuernos y así fue como Jericó perdió su protección.  Nadie había ganado una batalla sin armadura ni espada sino con una simple piedra y así fue como David venció a Goliat.  Nunca antes se había dividido el mar de tal forma que quedara seco para caminar por en medio y salir del otro lado y así fue como Dios libró al pueblo de Israel.  Estas no son novelas inventadas por alguien para motivarte y hacerte sentir bien.  Son hechos reales realizados por un Dios real y viviente.  Ese mismo Dios quiere hacer milagros en tu vida para manifestar su poder y amor.  Ahí está Jehová.  A tu lado.  Esperando a que realmente te entregues a él y dejes que comiencen sus milagros.  Deja que derribe esas murallas que parecen imposibles de derribar.  Deja que elimine a ese gigante que no te deja dormir.  Deja que abra mares frente a ti para que puedas caminar por donde no existía camino.  Pero sobre todo, deja de pensar que tú puedes y deja que él haga.
¿Sabes?  Recientemente me di cuenta que somos como niños.  No nos gusta que nos quiten nuestros “juguetes”.  Nos aferramos a las cosas.  Nos aferramos a nuestros deseos y a lo que se nos ha dado (y pensamos que merecemos).  Mientras tanto, el Señor quiere que nos mantengamos con los puños abiertos listos para entregar lo que sea que nos pida de vuelta.  Cuesta mucho trabajo porque estamos luchando contra nosotros mismos.  Deseamos algo, queremos mantener algo y Dios nos dice: dámelo; déjalo ir; yo sé lo que es mejor para ti, confía en mí.  Vuelve a leer el pasaje.  Hoy debemos aprender a dejar de confiar en lo que tenemos, en nuestras ideas, en nuestros deseos y cualquier otra cosa que nos aparta de Dios.  Hoy es el momento en que no volvemos atrás y confiamos plenamente en el Señor nuestro Dios.  Hoy es el momento en que dejas de ser una persona que habla de su fe y se convierte en una que actúa conforme a su fe en Cristo Jesús.  No hay nada en este mundo que pueda darte lo que el Señor.  No confíes en tus cuentas de banco, o en tus grandes habilidades, ni en tus deseos, ni en tus ideas.  Piensa en todo aquello que utilizas para seguir adelante.  Ahora entrégalo al Señor y confía solamente en él.

Oración

Padre: Gracias.  Confío en Ti plenamente.  Toma todo lo que hay en mí.  Quita todo aquello que estorba en mi comunión contigo.  Prueba mi corazón y no permitas que quede nada que no sea agradable a Ti.  Confío en tus promesas y en tu amor.  Confío en que tu palabra es real.  Me entrego a Ti gozoso de que harás milagros y maravillas que nunca imaginé.  En el nombre de Jesús.  Amén.