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8 sept 2009

Santiago 3:3-5ª
He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño…


Hoy y mañana escribiré sobre la lengua. Hoy sobre el control de la misma, mañana sobre las consecuencias de su uso.
De no ser por estos versículos, creo que ninguno de nosotros hubiera imaginado que la boca tiene tanto poder. Con un pequeño freno en la boca de los caballos, puedes guiarlo y decidir si debe ir a la izquierda o a la derecha e incluso detenerse. Si hay un mal camino adelante frenarás, si se mejora por el lado izquierdo indicarás al caballo a girar en esa dirección. Lo mismo pasa con los barcos. Además, en los tiempos de Santiago, probablemente estaba haciendo referencia a las naves y caballos de guerra (muy grandes). Pero finalmente se controlaban desde un pequeño lugar, el timón o el freno. Si el capitán del barco veía que el oleaje sería peligroso de seguir en esa dirección, tomaba la decisión de cambiar el rumbo y corregir su camino. Todo el barco giraba en la nueva dirección y aquellos que se encontraban a bordo, podían estar tranquilos que irían por un mejor camino.
Con la boca (lo que decimos), pasa algo muy similar que con los caballos o los barcos. Con tus palabras puedes dirigir todo tu ser hacia “malos caminos” o “terribles tempestades”, pero también puedes prevenirte de los mismos tomando las decisiones correctas con anterioridad. Estoy seguro que te has dado cuenta de lo difícil que es controlar la lengua. Es probable que ya hayas experimentado en repetidas ocasiones las consecuencias de su mal uso.
Hoy quiero que aprendas a “dirigir” y “frenar” tu boca, que entiendas que es necesario dominarla, ponerle frenos, darle dirección y corregirla. La lengua no se domina por sí sola, ¡tú la debes controlar!. No habla lo bueno así nada más. Nuestras palabras necesitan ser guiadas para que solamente hablemos lo correcto.
También es importante notar la analogía de los caballos y los barcos con nuestro cuerpo completo. Todo nuestro cuerpo puede ser guiado con un pequeño miembro, la lengua. De ti depende la dirección que quieras tomar. Trata de recordar el día de ayer y tus conversaciones. ¿Qué salió de ti? ¿Hacia dónde te llevaron tus palabras? ¿Creaste un ambiente de paz o destrucción? Aquello que decimos, tiene la fuerza para llevar a todo nuestro cuerpo por el camino que esas palabras han trazado, hoy te animo a que entregues tu lengua a Dios, que examines tus palabras antes de decirlas, que corrijas antes de llegar a “tormentas”, que frenes antes de que sea demasiado tarde.

Oración
Señor: perdona mis pecados. Perdona mis palabras que sin saber también te han ofendido. Guíame para poder controlar mi lengua. Te pido que seas mi “timón” y mi lengua sea dirigida por Ti; gracias por tu amor incondicional y por mostrarme siempre un mejor camino para mi vida. Te pido escuches mi oración en el nombre de Jesucristo.
Amén

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