Recientemente estuve de vacaciones en un donde gracias a Dios tuvimos la oportunidad de aprender a esquiar en la nieve. Tomamos tres días de clases en los que nos enseñaron y nos prepararon para subir a la montaña. Comenzamos desde lo más básico y luego se fue elevando la dificultad. Todo fue un proceso estructurado, con orden y planeación. No subimos a la montaña el primer día y aprendimos a bajar como se nos fuera ocurriendo en el momento. No. Empezamos con el uno, el dos y el tres para así sucesivamente lograr llegar a la cima de la montaña y poder descender. He escuchado varias anécdotas de personas que prefirieron aventurarse desde un principio con algunas instrucciones muy básicas a la punta de la montaña y bajarla como les fuera posible. Si bien, bajaron para contar su historia, yo me pregunto ¿tiene sentido? ¿Lo disfrutaron o sufrieron?
Con el evangelio pasa algo similar.
Nos gusta escuchar de Dios, aprendemos de Él y queremos comenzar a correr cuando apenas estamos aprendiendo a gatear. Somos niños queriendo jugar a ser adultos. Se nos presentan las pruebas y ¡ya queremos que terminen! No nos damos el tiempo de aprender de ellas, de analizarlas, de relacionar las instrucciones de Dios con lo que nos está pasando en ese momento. Culturalmente me parece que es un problema mayor para los que somos latinos pues se nos complica leer instructivos y seguir todos los pasos cuando pensamos que podemos llegar al mismo punto sin necesidad de ellos.
Si pones atención, los colosenses habían escuchado acerca de la esperanza que hay en el cielo y la aprendieron del evangelio. No escucharon algunos rumores y comenzaron a generar ideas de cómo sería la esperanza sino que comenzaron a realizar el paso uno, dos y tres. Estudiaron y escudriñaron la Palabra de Dios. Entendieron que el evangelio traía un mensaje directo y personal a sus vidas y que debían ser transformadas. Conforme fueron aprendiendo, sus actitudes, pensamientos y actividades comenzaron a cambiar y es por ello que el versículo nos dice que ese evangelio dio fruto alrededor del mundo pero en específico ¡estaba dando fruto en Colosas!
La Palabra de Dios y la vida en Cristo llevan un orden. No quieras brincarlo u omitirlo. No puedes ser un hombre de gran fe y con grande entrega a Dios si primero no empiezas con los pasos básicos y esenciales que es conocerlo a fondo y dejar que Él te conozca a fondo. No puede haber fruto si primero no se siembra la semilla… hoy quiero invitarte a meditar sobre tu vida. ¿Estás queriendo correr sin saber caminar? ¿Te estás brincando los pasos 3 y 4 por querer llegar al 5? ¿Estás buscando que se acaben las pruebas en tu vida en lugar de aprender de ellas? Utiliza esa energía en fundar bien las bases de tu fe y seguir creciendo en orden y no en desorden. Estoy seguro que disfrutaremos más nuestra aventura con Cristo si seguimos sus pasos que si queremos subirnos a la montaña de fe directamente y esperar que podamos bajar sin caernos…
Oración.
Señor Todopoderoso: te pido que perdones mis pecados y te doy gracias por permitirme tener comunión contigo. Quiero pedirte perdón pues no he sabido tener orden en mi vida espiritual, he querido evitar las pruebas y siempre quiero avanzar sin darme el tiempo suficiente de aprender las bases que Tú me muestras. Te pido que en mi vida tu evangelio de fruto. Enséñame a sembrar y a tener la paciencia y dedicación para esperar a la cosecha. Te lo pido en el nombre de Jesús
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario