Su audiencia tenía pleno conocimiento de las historias que estaba mencionando. Sabían perfectamente que Dios con todo su poder había enaltecido a Israel en Egipto sacándolos de la esclavitud y protegiéndolos de Faraón quién quería destruirlos. También recordaban cómo sus antepasados habían sobrevivido de manera milagrosa por cuarenta años en el desierto. Y así Pablo les recuerda cómo Dios ha estado presente y llenando de bendiciones a su pueblo hasta llegar a Jesús quien nos redime y reconcilia con Dios. Pablo nos presenta a Jesús. Nos dice de dónde viene y qué vino a hacer: ser el Salvador.
Me parece que en ocasiones es necesario hacer una recapitulación de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas. Recordar aquellos momentos cuando éramos esclavos del pecado y nos liberó. También cuando milagrosamente nos protegió y procuró a pesar de estar en un “desierto”. Además, acordarse de aquellos momentos en los que nos dio lo que necesitábamos y aún así pedimos que cambiara nuestra situación como cuando el pueblo de Israel pide un rey en lugar de los jueces para ser como los demás pueblos. Las historias que narró Pablo son similares a nuestra vida. Nuestro Señor nos liberó de la opresión del pecado como a los israelitas de Egipto. Cada día nos da de comer y protege de manera milagrosa como lo hacía con ellos en el desierto. Escucha nuestras oraciones y toma acción. Nos ha llenado de bendiciones y, si pones atención estoy seguro que podrás reconocer todos sus milagros. Ese es el Dios que Pablo está presentando a los judíos y es el Dios que te presento hoy. Un Dios que ha mandado a su Unigénito, Jesús, para que todo aquél que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna. Estoy convencido que el propósito de nuestra vida es dar gloria al Señor y trabajar como sus embajadores llevando su mensaje en un lugar al que no pertenecemos. Pablo presentó a Jesús y recordó lo que Dios hace y es capaz de hacer. Hagamos lo mismo. Demos la gloria a Aquel que la merece. Enfoquemos nuestra atención a Aquel que nos cuida y nos ama como nadie lo ha hecho. Proclamemos su nombre. Anunciemos a su Hijo y la reconciliación que ofrece. Sirvámosle.
Oración
Señor: quiero entregarte mi vida y pedirte perdón por mis pecados. Hoy entiendo la cantidad de bendiciones y milagros que has hecho en mí y no puedo entender que derrames tanto amor sin yo merecerlo. Guíame para que mi vida sea de servicio a Ti, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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