Allí el centurión encontró un barco de Alejandría que iba para Italia, y nos hizo subir a bordo. Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos frente a Gnido. Como el viento nos era desfavorable para seguir el rumbo trazado, navegamos al amparo de Creta, frente a Salmón. Seguimos con dificultad a lo largo de la costa y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.
Como bien sabes, Pablo estuvo preso por dos años y finalmente había comenzado su camino a Roma para ir con el emperador. De alguna u otra forma, imagino que estaba emocionado o por lo menos contento de no estar ya en el mismo lugar y sin saber qué pasaría con su vida. Muy bien, es hora de ir a Roma. Pero cuando emprenden su viaje, se encuentran con vientos que no son favorables. La navegación es sumamente lenta y nos dice el pasaje que con trabajo llegaron a Gnido. Para que te des una idea, el viaje de Sidón a Mira fue aproximadamente tres veces más de distancia. Ahí estaban en el barco viendo como el viento no los llevaba a ningún lado. Tratando de llegar a su destino pero sin tener forma para cambiar la situación. ¡Qué desesperación! Finalmente sale rumbo a Roma, dos años después, ¿y ahora esto? ¿No te parece que es tiempo de que Pablo empiece a reclamar a Dios? ¿De qué se trata? ¿No puedo tener un viaje sin tantos contratiempos? Seguramente algunos de estos pensamientos pasaron por la mente de Pablo y estoy convencido que pasan por la tuya y la mía. ¿Cuántas veces no nos hemos desesperado por lo que sucede? Queremos que las cosas vayan más aprisa. Queremos que vayan más lento. Queremos que se solucionen los problemas. Queremos que no haya enfermedades. Queremos que no haya tristezas. Queremos que no haya dolor. Pensamos que después de atravesar algo difícil nos merecemos un “descanso” y por ello nos enojamos cuando las cosas empeoran. ¿Te ha pasado? Estoy seguro que sí. Ahí estamos como Pablo. Después de que pasaron los días o los años, pensamos que las cosas pintan mejor y cuando comenzamos el viaje, resulta que nuevos problemas surgen. ¿Por qué? ¡Por qué! ¿Cuánto más vamos a tener que seguir con esto? La verdad no lo sé. Mi teoría es que toda la vida. De ahí la importancia de acudir a la fuente de vida que nunca se seca: Cristo. No podemos llevar nuestras cargas. Son demasiado pesadas. ¿No te han aplastado lo suficiente? Sí, entiendo que estás cansado. Entiendo que has atravesado por mucho dolor o sufrimiento. Pero ni tú ni yo ponemos las reglas ni decidimos cómo cambiar las cosas. Por eso es tan significativo el hecho de que estaban metidos en un barco y si el viento era contrario, nada podían hacer para cambiar la situación. Así estamos hoy en día. Cuando las pruebas llegan, realmente nada podemos hacer para que sean distintas. Lo que sí podemos hacer es acercarnos más a Dios y aprender a depender más de Él. No dejes que la desesperación y el cansancio te desanimen. Acude a Cristo. Dobla tus rodillas y reconoce que estás exhausto. Pide por sus fuerzas para que puedas seguir adelante.
Oración
Señor: estoy cansado. Las pruebas y cargas me han aplastado y no sé cómo seguir. Te pido perdones mis pecados y me des fuerzas llenándome de tu amor y tu paz. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén
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