Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los
respetábamos. ¿No hemos de someternos,
con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban
por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro
bien, a fin de que participemos de su santidad.
No necesitas tener hijos para saber que un adulto puede tomar mejores
decisiones que un niño. Simplemente por
la experiencia del adulto, podrá guiar al niño mejor que si estuviera solo. Bien.
Aprovecho para motivar a los padres a que la disciplina sea parte de su
día a día. ¡Los hijos lo necesitan! Necesitan ser guiados y restringidos. ¡Ellos no pueden absorber el mundo solos! Es demasiado para ellos. Por eso, padres, aprendan a limitar, censurar
y filtrar lo que llega a sus hijos.
Nosotros debemos ser la copia de Dios con ellos. Si Dios nos disciplina porque nos ama y busca
lo mejor para nosotros, hagamos lo mismo con nuestros hijos. Ahora, conforme crecemos, nuestro orgullo
comienza a crecer y pensamos que podemos hacer las cosas a nuestra manera. Incluso desde adolescentes comenzamos a
desarrollar esta idea. Ya no necesitamos
tanto de nuestros padres e incluso los retamos pensando que sabemos más que
ellos. ¿Sabes? Hoy me doy cuenta que somos como adolescentes
espirituales. Nos rebelamos contra
Dios. Lo cuestionamos. Nos quejamos.
Damos “patadas de ahogado” cuando algo no nos gusta. ¿Acaso sabemos más que Dios? ¿Podemos tomar mejores decisiones que Él? Seguro que no. Sin embargo, nuestra carne, nuestra
naturaleza caída nos lleva a pensar que así es.
¿Disciplina? Yo estoy bien. Dios nos exhorta a pensar constantemente en
lo que es bueno, en meditar en su palabra y no separarnos de Él. ¿Con qué fin?
Con la finalidad de poder mejorar nuestra comunión con Él y estar
conectados a lo que Él diga y corrija.
Nuestros padres humanos buscaban lo mejor para nosotros. Siempre lo harán y siempre lo haremos como
padres con nuestros hijos. Sin embargo,
somos humanos. Vamos a
equivocarnos. Pero Dios no se
equivoca. Él es perfecto. Él no se arrepiente porque no tiene
necesidad. Él sabe qué necesitas y qué
no. Sabe perfectamente de que “pie
cojeas”.
Ahora, ¿cómo identificamos la disciplina de Dios? Muy simple.
Todo aquello que te lleva a humillarte y a exaltar al Señor. Todo lo que te haga entender que tus tesoros
están en la tierra y no en el cielo.
Todo lo que te haga entender que debes ser transformado. Principalmente, todo aquello que golpee tu
orgullo y te haga entender que Dios es Dios y tú eres solamente tú. Te lo repito.
Todo lo que te haga entender que Dios es Dios y tú eres solamente
tú. Has una pausa en tu vida. Medita sobre tus actitudes y acciones. ¿Estás luchando contra la disciplina de
Dios? Piénsalo. Definitivamente no quieres que pase mucho
tiempo y que estés del lado equivocado.
Oración
Padre: hoy te pido perdón por mis pecados. Hoy quiero aprender a recibir tu disciplina
con gozo. Quiero escuchar tus
correcciones y dejarte transformar mi vida conforme a tu voluntad. Hoy entiendo que me amas y buscas lo mejor
para mí. Gracias porque no merezco tu
misericordia. En Cristo Jesús. Amén
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