Toda la ciudad se alborotó. La gente se precipitó en masa, agarró a Pablo y lo sacó del templo a rastras, e inmediatamente se cerraron las puertas. Estaban por matarlo, cuando se le informó al comandante del batallón romano que toda la ciudad de Jerusalén estaba amotinada.
En mi día a día tengo mucho contacto con mis clientes. Siempre trato de explicarles lo que hago y sobre todo, lo que puede pasar en un futuro. No sabemos exactamente cómo vaya a desarrollarse esto o aquello pero lo que sí sabemos es que eventualmente las cosas se comportan relativamente similar al pasado y a pesar de los tiempos de incertidumbre las cosas vuelven a la “normalidad”. Como seguidores de Jesús, debemos tener muy en claro que vendrán muchas pruebas a nuestra vida. Debemos prepararnos para cada instante que Dios quiera purificar nuestro corazón. Si recuerdas, Pablo fue advertido en repetidas ocasiones que su visita a Jerusalén sería su última. A pesar de esto, siguió el camino de Cristo y preparando su corazón para esos momentos. Cristo, la noche en que fue aprehendido, estuvo orando sin cesar pues sabía lo que vendría y pidió al Padre que, de ser posible, evitara lo que vendría, pero que se hiciera Su voluntad por encima de todo. Esto lo traigo a meditar porque estamos mal acostumbrados como creyentes. Queremos que todo sea bonito y sin problemas. Queremos que las cosas se acomoden a nuestra manera y que nada salga mal. ¿Quién dijo que así debe ser? Pablo fue aprehendido y arrastrado fuera del templo. Muy probablemente fue golpeado y se encontraba en el suelo abatido. Tal vez hoy estás así. En el suelo. Abatido. Golpeado. Sin saber qué dirección tomar ni cómo enmendar tus errores. Este sentimiento no es ajeno ni esporádico para los que queremos seguir a Cristo. Muchas veces nos enfrentamos con vientos y tormentas que simplemente nos tiran y nos dejan sin fuerzas para seguir. Pero, como Jesús y Pablo, debemos acudir al Señor y pedir que se haga su voluntad por la nuestra y nos llene de esa paz que solamente Él puede dar. Que nos renueve. Que nos llene de esperanza. Que nos llene de fe. Que nos llene de su misericordia. Que no llene de su amor. ¿No podemos seguir adelante una vez que recibimos todo esto? ¡Por supuesto que sí! De hecho, no solo puedes librar la batalla de tu día a día sino que el Señor da en tal cantidad, que podrás ser vehículo para llevar ese amor, misericordia, paz y consuelo a tu prójimo que está necesitado. No se trata más de ti sino de Cristo. No se trata más de ti sino de amar a tu prójimo. No se trata más de ti sino de buscar el reino de Dios. ¿Lo puedes entender? Es un cambio radical en nuestra forma de pensar y de comportarnos. Si crees en Jesús y lo has hecho tu Salvador y Señor, debes esperar que Él, a través de su palabra y el Espíritu Santo que ahora vive en ti, vayan transformándote. Es un proceso que durará toda tu vida. Habrá momentos y pruebas duras y difíciles, así también habrán bendiciones. De mi experiencia personal, te puedo decir que las bendiciones siempre han sido muy superiores y me ayudan a darme cuenta que me estaba ahogando en un vaso de agua pues mi Dios todo lo puede. Poco a poco, debemos aprender que la voluntad de Dios es la mejor para nuestra vida. En su momento puede parecer sin sentido o difícil de llevar a cabo, pero créeme, ¡es lo mejor! ¿Crees que los discípulos como Pablo hubieran atravesado todas esas injusticias y golpizas si no hubiera mayor bendición que el trabajar para nuestro Señor? Pon a prueba al Señor. Su misma palabra nos dice que lo hagamos. Ponlo a prueba y observa lo que pasa en tu vida cuando decides humillar tu corazón y dejar que Él guíe mientras tú sirves y obedeces. ¡Será increíble!
Oración
Padre: me resulta difícil entender que hay bendiciones en la mitad de un sufrimiento. No puedo entender cómo había gozo en Pablo si estaba siendo maltratado por la multitud. No puedo entender cómo Cristo prefirió tu voluntad sabiendo lo que vendría. Te pido que abras mis ojos y mi corazón para que pueda comprender que tu camino está lleno de bendición y por el cual vale la pena vivir y morir. Hoy aprendí que no se trata más de mi sino de Ti y por ello te pido que tomes mi corazón y me digas por dónde caminar. Quiero seguirte y servirte. Heme aquí mi Dios. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
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