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3 abr 2012

Hechos 21:15-17


Después de esto, acabamos los preparativos y subimos a Jerusalén.  Algunos de los discípulos de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, donde íbamos a alojarnos.  Este era de Chipre, y uno de los primeros discípulos.  Cuando llegamos a Jerusalén los creyentes nos recibieron calurosamente.  


Poco a poco he ido aprendiendo a abrir mis ojos y darme cuenta de la cantidad de bendiciones con las que me ha llenado el Señor.  Cada día le pido que pueda ser agradecido y que mi corazón no esté buscando lo que no tengo sino que aproveche y disfrute lo que sí.  Te voy a confesar algo.  Tristemente, mi corazón y mis deseos no están siempre alineados con los del Señor y comienzo a desviarme.  Me gustaría poder tener más.  ¿De qué?  No lo sé, varía.  A veces de esto o aquello, cambiar tal o cual cosa, vivir en alguna otra ciudad y así, empiezo a fantasear y pienso si mi vida no estaría mejor de otra manera.  Ojo, no está mal el querer o desear algo.  Lo que está mal es que ese deseo nos limite y no nos deje ver lo que hoy sí tenemos.  Está mal que no vivamos agradecidos y disfrutando lo que el Señor nos ha dado hoy.  No queremos caer en el error que cometió el pueblo de Israel durante el éxodo que, teniendo comida y agua de manera milagrosa en el desierto, comenzaron a quejarse  pidiendo carne para comer pues se habían cansado del maná.  Suena ilógico pero así somos.  Primero nos sorprendemos y gozamos por el milagro que Dios ha hecho y luego ponemos nuestra mirada en algo más.  Debemos ser cuidadosos.  A veces nuestros deseos nos hacen pensar que el Señor no ha bendecido nuestro hogar.  A veces pensamos que si hay enfermedad o sufrimiento, significa que Dios debe estar apartado de nosotros.  Debemos tener cuidado en que nuestros deseos estén alineados con los del Señor y comprender que lo que hoy vivimos y tenemos es lo mejor que podemos tener.  ¿Cómo saberlo?  Dios es perfecto.  ¿No crees que se ha encargado de darte justo lo que necesitas?  Ni más ni menos.  De hecho, ¡es muy probable que te ha dado de más!  Debemos mantenernos pegados a Él para no caer en estas situaciones.  Pero sobre todo, debemos aprender a dar.  Aprender a despojarnos de lo nuestro y compartirlo.  Aprender a servir con lo que el Señor nos ha dado.  El pasaje de hoy nos dice que Pablo y sus acompañantes fueron recibidos por hermanos en Cesarea y pasaron la noche en casa de uno de ellos para posteriormente llegar a Jerusalén y nuevamente ser recibidos calurosamente.  ¡Esto es a lo que me refiero con servir!  Poner a disposición de los demás lo que el Señor nos ha dado.  No querer aferrarnos a lo que tenemos.  No querer tener más y más.  Así tengas uno o dos, debes reconocer que el Señor te da y el Señor te quita.  Hoy que te ha dado, aprovecha y comparte tus bendiciones con los hermanos en la fe.  Piensa cómo puedes dar a los demás.  Medítalo y dedícale tiempo.  El Señor nos dice que quiere abrir las bóvedas del cielo y derramar bendiciones mientras que nosotros aprendemos a ser un medio para llevarlas a los demás y no una pared que estanca lo que recibe y deja que se eche a perder.  Hay mucha necesidad hoy en día.  No tienes que ir lejos para encontrarla.  Sirvamos a nuestros hermanos.  Sirvamos a nuestro prójimo.  Da.  Comparte.  Lleva a los demás tus bendiciones. 
Oración
Señor: gracias por enseñarme a vivir agradecido y recordarme que tengo lo suficiente y mucho más.  Quiero aprender a compartir y poner al servicio de mi prójimo lo que tú me has dado.  Permite que mi vida sea de bendición para los demás y que esté llena de testimonio.  Te pido que deje de afanarme por lo que no tengo y viva agradecido con lo que hoy pones en la mesa.  En Cristo Jesús te lo pido.  Amén 

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