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11 ene 2013

Filipenses 1:22-26


Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿Qué escogeré?  ¡No lo sé!  Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo.  Convencido de esto, se que permaneceré y continuaré con todos ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe.  Así, cuando yo vuelva, su satisfacción en Cristo Jesús abundará por causa mía.



La mayoría de nosotros encuentra disyuntivas como: qué trabajo debo tomar, qué carrera estudiar, qué pareja es la que me conviene, debo cambiar de casa o ciudad, cómo puedo dejar tal adicción, cómo evitar tal o cual cosa.  Pero Pablo tiene un disyuntiva que nos debe llevar a meditar sobre nuestras preocupaciones.  No sé que escoger.  Dice.  Quiero estar con Cristo pero también sé que hay necesidad del evangelio.  Las dos decisiones son buenas.  La diferencia es que una es mejor que la otra.  La primera busca agradarse a si mismo mientras que la segunda busca agradar a Dios.  ¿Puedes ver lo profundo de su dilema?  Hay que desear tener esa convicción y entrega en nuestra vida para poder llegar ahí.  Mientras tanto, a la luz de este parámetro, nuestras incertidumbres ¡se vuelven tan poco relevantes y materiales!  Temas de dinero, de enojo, de rencores, de amargura, de enfermedades, todo tipo de situaciones que se te puedan ocurrir, pasan a un segundo plano cuando ponemos al Señor en el lugar que le corresponde.  Recuerda el pasaje del joven rico que se aleja triste de Jesús pues le dice que venda todas sus riquezas y que lo siga.  ¡La oportunidad de vivir a lado de Jesús no tiene precio!  Él la desperdició y peor aún se retiró triste.  ¿Por qué?  Porque quería vivir para él.  Quería llevar su religión.  Sabía que Cristo tenía algo especial, pero no estuvo dispuesto a entregar sus “tesoros”.  También recuerdo el pasaje que nos dice cómo una persona está pensando agrandar sus bodegas pues no sabe qué hacer con tanto excedente y por otro lado el Señor le dice insensato, ¿no sabes que mañana no vivirás?  ¿Dónde están tus deseos?  Piénsalo.  Tómate tu tiempo.  Realmente date cuenta de lo que anhelas.  ¿Qué es?  No tienes que contestarme a mí ni quedar bien con nadie.  Esta pregunta es entre Jehová y tú.  Se honesto contigo mismo.  Dios ya conoce la respuesta.
Dentro de su meditación, Pablo entiende y concluye que lo mejor es permanecer y continuar con el trabajo que ha venido realizando: continuaré con ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe.  Así también puedes tomar decisiones y concluir con tu incertidumbre.  Preocúpate por servir a Cristo.  Por llevar su evangelio.  Por vivir una vida de testimonio.  Por amar a tu prójimo.  Por perdonar a los que te han lastimado.  Por dar de comer al que lo necesita.  Por compartir de lo que el Señor te ha dado.  Por consolar a los que necesitan ser consolados.  ¡Estas cosas son las que realmente importan!  Lo demás llega a su tiempo y el Señor es quien se encarga de darnos lo que debemos tener.  Por esta razón te animo a que realmente saques lo que hay en tu corazón y te des cuenta de dónde están tus tesoros.  Imagina que un día tu disyuntiva sea ayudar a tu vecino pues se quedó sin trabajo o ir y compartir de Cristo con otro amigo pues se está divorciando.  ¡Esa debe ser nuestra meta!  Esa no es la tarea exclusiva de un pastor o ancianos.  Es de cada uno de nosotros que ama y se preocupa por su prójimo.  Si realmente amas a Cristo, esto debe remover tu corazón y hacerte sentir la necesidad de trabajar para su gloria.

Oración
Padre: gracias.  Tu palabra me llena de paz y de gozo.  Gracias por mostrarme qué prioridades son las que debo tener en mi vida y cómo puedo resolver mis incertidumbres utilizándolas como parámetro.  Te pido perdones mis pecados y sobre todo, te pido transformes mi vida para que sea una vida que te da gloria y da testimonio de tu gran amor.  Te lo pido en Cristo Jesús
Amén.

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