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20 feb 2013

Filipenses 3:9b-11


No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe.  Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte.  Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.



Recientemente, mientras escuchaba una predicación me quedé meditando en la vida de Job.  No era un apóstol o sacerdote.  Probablemente era comerciante.  El punto principal en el cual meditaba es que era una persona como tú y como yo.  Común y corriente.  Se dedicaba a su negocio.  Tenía una familia.  Tenía sus gustos y deseos.  Tenía sus preocupaciones y por ello realizaba sacrificios por si su familia había pecado contra Dios.  Pero lo más importante es cómo lo describe el Señor al decirle a Satanás: ¿has considerado a mi siervo Job que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
¿Qué hace que personas como Job y Pablo lleven un testimonio tan impresionante?  No es su profesión.  Por eso meditaba en la vida de Job.  A veces pensamos que Pablo, al dedicar su vida entera al ministerio de Cristo, tiene cierta “ventaja” sobre nosotros.  ¿Pero qué pretexto podemos poner contra Job?  ¡Ninguno!  ¿Entonces, qué los hace tan excepcionales?  Su decisión por obedecer y entregarse al Señor.  Lee con detenimiento el deseo de Pablo: mi fin es ser semejante a Cristo.  ¡Qué palabras tan increíbles.  Quiero ser como Jesús.  ¡Punto!  No se trata de ser de una religión.  No se trata de ser bueno o malo.  Se trata de imitar a Cristo.  ¡Eso es lo que los hace diferentes y especiales!  ¿Cuáles son tus deseos?  Personalmente he tenido que ir alineando mis deseos conforme a los de Cristo.  No ha sido fácil pero definitivamente ha sido de enorme bendición a mi vida.  Me encantaría ser como Pablo o Job.  Me encantaría que el Señor pudiera decir palabras como las que utiliza con Job, con Daniel, David, Josué, Juan, Pedro entre otros tantos que aparecen en la biblia.  Imagina lo increíble que sería escuchar al Señor describiéndote con palabras como: temeroso de mí, recto, obediente, mi hijo amado, apartado del mal, no hay otro como él, etc.  ¿No te parece maravilloso?  Buscamos el reconocimiento de las personas y desechamos el del Señor.  El más importante de todos.  
Por tercera vez nos dice Pablo que lo ha perdido todo por Cristo.  Tres veces nos recuerda que debemos aprender a desprendernos de la carne y abrazar al espíritu.  Nuestra meta debe ser una: vivir y morir como lo hizo Jesús.  Solamente así podremos entender lo que realmente tiene sentido en esta vida.  Solamente así podremos madurar espiritualmente.  Solamente así podremos obedecer y entregar nuestra vida como Dios lo pide.  Solamente así podremos ir a cada rincón de la tierra predicando y haciendo discípulos.  No se puede imitar a Cristo a medias.  No puedes utilizar su vida como un “complemento” a la tuya.  O se es frío o se es caliente, pero no tibio.  No te dejes engañar pensando que puedes utilizar a Dios a tu conveniencia.  Toma el compromiso y busca que los deseos del Señor sean tus deseos.  
Oración
Padre: quiero que tus deseos sean mis deseos.  Quiero que tus caminos sean mis caminos.  Quiero que mi vida sea como la de Jesús.  Guíame Señor para no distraerme y estar enfocado siempre en tu voluntad.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén 

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