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20 feb 2013

Filipenses 3:8-9a


Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor.  Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a Él. 



¿Por qué Dios permite el sufrimiento?  No lo sé.  Lo que sí sé es que muchas veces, la consecuencia de ese sufrimiento hace que personas se reconcilien o se fortalezcan en Él.  También sé que el dolor no es malo.  Si no sintiéramos dolor físico, podríamos estarnos quemando la piel y jamás nos daríamos cuenta.  El dolor nos hace tener cuidado de dónde y cómo andamos.  Es una forma de protegernos.  Pero por alguna razón, nosotros hemos categorizado el dolor como algo malo.  Pablo nos dice que por Cristo lo ha perdido todo.  ¿Estaba atravesando por una etapa de dolor?  ¡Seguro que sí!  Nadie la pasa bien estando preso.  Nadie está confortable en prisión.  No hay una cama como la tuya, no hay alimentos como los tuyos ni muchas otras comodidades.  Tenemos que incluir el no llevar una vida normal y todo lo que conlleva estar preso.  ¿Cómo entender el dolor junto con el gozo?  ¿Cómo entender el dolor junto con lo que es valioso y lo que no?  Pablo dice que todo aquello que ha perdido lo considera como estiércol.  ¿Por qué?  Si no lo estaba pasando bien, ¿por qué desecha lo que tenía?
Esto es lo que pienso: el Señor quiere que aprendamos a desprendernos de la carne y vivamos por el espíritu.  Su carencia física no limitaba su gozo espiritual.  Me explico mejor.  A través de la carencia, del dolor, del sufrimiento, comenzamos a ver más allá de lo físico.  Vemos lo pasajero y frágil que es nuestro cuerpo carnal y meditamos en nuestra espiritualidad.  De esta manera podemos empezar a crecer y madurar espiritualmente.  Tal vez atravesaste una enfermedad como el cáncer y gracias a ella ahora has aceptado al Señor, tal vez perdiste algún ser querido y por ello te encuentras más cerca de Dios y no puedes pasar un solo día separado de Él.  Tal vez perdiste tu trabajo y has presenciado que las palabras de Cristo: no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca del Señor; son sumamente ciertas.  Pablo nos habla de una transición en su vida.  Un momento en el que decide dejar atrás lo carnal y perseguir lo espiritual.  Ahora, no te sientas mal si el día de hoy no consideras todo como estiércol.  Es un proceso.  No puedes multiplicar si no has aprendido a sumar.  Asimismo, Pablo no llegó a esta madurez de un día para otro.  Tomó tiempo.  Pero su meta siempre se mantuvo firme: ganar a Cristo y encontrarse unido a Él.  ¿Cuál es tu meta?  Tal vez la respuesta te pueda ayudar a darte cuenta en qué dirección caminas.  Escuchando a personas que han ayunado por semanas, coinciden en darse cuenta que no necesitan la comida tanto como pensaban.  Me parece que es la misma conclusión a la que llega Pablo.  No necesitaba todo eso.  ¡Es basura!  Pensaba que era importante pero hoy me doy cuenta que no tiene sentido.  Por el contrario, vivir para Cristo tiene sentido y valor eterno.  ¿Puedes ver la diferencia?  Analiza tu vida.  Toma un tiempo en meditar y darte cuenta en dónde estás parado.  ¿Qué tiene mayor peso en tu vida: el cuerpo o el espíritu?  Espero esto puedo ayudarte a decidir por el Espíritu y dejar atrás lo carnal.  Así, en unos meses y años podrás darte cuenta de cuánto ha transformado tu vida el Señor.

Oración
Padre: heme aquí.  Toma mi vida y utilízame.  Perdona mis pecados y abre mis ojos para que pueda discernir entre lo carnal y lo espiritual.  Quiero estar pegado a ti y caminar tu camino.  Gracias por amarme y recibirme con todas mis faltas.  Gracias en el nombre de Cristo Jesús.  Amén 

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