Así que lo envío (a Epafrodito) urgentemente para que, al verlo de nuevo, ustedes se alegren y yo esté menos preocupado. Recíbanlo en el Señor con toda alegría y honren a los que son como él, porque estuvo a punto de morir por la obra de Cristo, arriesgando la vida para suplir el servicio que ustedes no podían prestarme.
El día de hoy tuve una plática sumamente interesante. Duró poco tiempo. Tal vez cinco minutos. ¿Con quién? Con la dueña de la tintorería donde llevo mi ropa. Ella nació en Corea del Sur. Allá conoció y aceptó a Cristo como su Salvador. Me platicó cómo la gente estaba ávida por conocer de Dios y cómo el porcentaje de creyentes aumentó en proporciones increíbles. Tristemente también me platicó cómo se han transformado algunos “pastores”. De misioneros, viviendo con lo necesario a millonarios con casas lujosas. “No son todos y probablemente no son pastores” me dijo. Ahora, tristemente el porcentaje de creyentes ha disminuido a raíz de estos “testimonios”. Me quedé pensando... Al parecer el cristianismo hoy en día se mueve como el ciclo económico. Tiene un inicio, un desarrollo, un pico y una caída. Al mismo tiempo, pareciera que nuestra vida se comporta de esa manera también. Conocemos al Señor. Nos emocionamos y comenzamos a crecer espiritualmente. Maduramos. Y después de un tiempo nos caemos. Lo importante es qué hacemos después.
¿Qué tiene que ver esto con Epafrodito y Pablo? Bien. Si lees el pasaje, podrás darte cuenta de la calidad de persona que Epafrodito era. Puedes ver la entrega y devoción al Señor. Puedes ver que su prioridad era servir y después estaban sus necesidades. Estuvo a punto de morir por la obra de Cristo, nos dice Pablo. Seguramente tuvo caídas pero no lo detuvieron. Él siguió en la obra sin importar lo que viniera en contra. Hace falta más gente así. Hace falta más gente entregada. Más gente que quiera ir a cada esquina con cada persona que se cruza y que comparta la reconciliación con Cristo. Más gente que quiera perdonar más y juzgar menos, amar más al prójimo y amarse menos a uno mismo. Hace falta que nos demos cuenta que el “ciclo” espiritual no es un círculo sino una línea que debe ir en constante crecimiento. No regresamos al mismo lugar después de haber caído. Eso es lo que Satanás quiere hacerte creer. Pero no es así. Una vez que has decidido cambiar, es normal tener caídas y tropiezos. No te desanimes. No dejes que el Acusador te desmotive y acabe. Sigue adelante. Epafrodito lo hizo. Casi muere pero siguió adelante. No lo frenó la enfermedad. No lo frenó nada. Sus deseos de servir a la obra del Señor se mantuvieron firmes y lo guiaron día a día. ¡Hagamos lo mismo! Vamos a ver muchas personas que se digan cristianas y sus vidas pueden ser totalmente opuestas. No las critiques ni las juzgues pues no sabes en qué etapa se encuentran. Mejor pide por ellas y pide que oren por ti también. Uno nunca sabe cuándo puede caer. Tampoco pongas tus esperanzas en una persona pues créeme, te vas a decepcionar. Así sea el pastor más increíble que hayas visto, te vas a decepcionar. ¡Somos personas! Por esta razón no debes confiar en nadie más que en Cristo que es Dios y Señor.
Alegrémonos con los hermanos por el trabajo que hacemos para Cristo. Consolémonos unos a otros y animémonos en el amor de Dios. No en el amor humano sino en el de Dios. “recíbanlo en el Señor” dice Pablo. Así vivamos. Amando en el Señor. Sirviendo con actitud sincera que proviene del Altísimo.
Oración
Padre Santo: tu palabra cada día me sorprende y guía por el camino correcto. Gracias por permitirme aprender y estudiar libremente tus enseñanzas. Te pido que pueda imitar el ejemplo de Pablo y Epafrodito y que mi vida te sirva en todo lo que haga. Te pido perdones mis pecados y me enseñes a perdonar y a dejar de juzgar. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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