Después de haberles azotado mucho, los echaron en el calabozo
de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas,
cantaban himnos a Dios; y los presos lo oían.
Los discípulos fueron tratados como criminales. De hecho, como uno de los peores al ser
llevados a lo más profundo del calabozo.
No merecían estar ahí. Mucho
menos el trato “especial” que estaban recibiendo. Pero ahí estaban. Inocentes.
Encarcelados. En ocasiones
nosotros atravesamos momentos similares.
Nos encontramos buscando al Señor, orando, estudiando su palabra y
obedeciendo. Todo marcha bien y nuestra
comunión con Él está creciendo. De
repente algún evento difícil y duro nos acontece y todo cambia. Comenzamos a pensar qué hicimos mal. ¿Por qué estamos en donde estamos? ¿Qué hicimos para merecer esto? ¿Qué nos faltó para evitar esta
situación? ¿Te ha pasado? Así podían estar pensando los discípulos en
este momento. Encarcelados hasta lo más
profundo del calabozo. ¿Qué habremos
hecho? ¿Qué pudimos haber hecho distinto
para evitar estar aquí encerrados?
Nada. Absolutamente nada. De hecho estaban haciendo justo lo que tenían
que hacer: compartir a Cristo. ¡No
estaban haciendo nada malo! Por la forma
en que crecimos y fuimos educados, pensamos que cada vez que nos pasa algo malo
de alguna u otra forma lo pudimos haber evitado. También pensamos que es algo que “merecemos”
por haber hecho tal o cual cosa.
¡Mentira! La prueba está en este
pasaje donde los discípulos estaban haciendo todo bien y aun así ¡son
encarcelados! No podemos vivir pensando
que al que obra mal le va mal y al que obra bien le va bien. Tú debes enfocarte a obedecer sin importar lo
que el de al lado haga o deje de hacer.
Cristo es tu parámetro. No tu
vecino ni tu pastor ni tus hermanos en la fe.
A pesar de estar encarcelados y pasando por un momento
sumamente difícil, Pablo y Silas se ponen a orar y a alabar al Señor. ¿Tiene sentido? ¡Por supuesto! ¿Qué más podían hacer? ¿Pensar en cómo salir de ahí? Ya habían presenciado la corrupción y las
mentiras que los llevaron a ese lugar.
Tenían muy clara su situación.
Dios los podía liberar en cualquier momento y también podía dejarlos ahí
cuanto tiempo quisiera. Su situación
estaba totalmente fuera de sus manos y por ello deciden entregarse al Señor y
alabarlo esperando a que Él muestre lo que sigue. ¡Que maravilla! ¡Que diferente reaccionamos nosotros! Nos encanta buscar solucionar y cambiar lo
que nos pasa cuando lo que debemos hacer es orar y dar gloria a Dios. Si en lo más profundo del calabozo había
otros presos que veían y escuchaban el testimonio de Pablo y Silas ¿no crees
que donde quiera que te encuentres, hay personas a tu alrededor que necesitan
escuchar de Cristo y necesitan ver en ti lo que es seguirlo, obedecerlo sin
importar las circunstancias? ¡Piénsalo! Estoy seguro que va a transformar tu manera
de vivir.
Oración
Padre y Señor mío: Tu palabra transforma y renueva mi
forma de pensar. Gracias por darle
sentido a mi vida y hacerme ver lo que tiene valor y lo que no. Te pido que donde quiera que me encuentre
pueda hablar de Ti y dar testimonio que soy tu seguidor. No permitas que las circunstancias me
distraigan y deje de buscarte y de vivir agradecido. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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