Le escribí algunas líneas a la iglesia, pero
Diótrefes, a quien le encanta ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por eso, si voy no dejaré de reprocharle su
comportamiento, ya que, con palabras malintencionadas, habla con nosotros sólo
por hablar. Como si fuera poco, ni
siquiera recibe a los hermanos, y a quienes quieren hacerlo, no los deja y los
expulsa de la iglesia.
Gran decepción cuando uno llega a una
iglesia y ve que sus miembros hacen cosas incorrectas. Causa cierto enojo. Cierta desilusión y decepción. Pero esto viene de un principio
equivocado. Pensar que aquellos que
asistimos o servimos debemos ser “perfectos”.
Ahora, esto no significa que la palabra de Dios no sea la base y la
dirección que se tiene día a día. ¡Por
supuesto que no! Se trata de entender
que, como seres humanos, tenemos errores y debemos aprender a trabajar en
ellos. En el pasaje de hoy, Juan nos
dice que Diótrefes era la antítesis de Gayo.
No tenía ningún tipo de hospitalidad con los hermanos, hablaba en contra
de ellos y quería siempre andar mandando (ser el primero). Él era parte de la iglesia. Sin embargo, tenía actitudes incorrectas. Juan pensaba llamarle la atención por este
tipo de acciones y así debemos pensar nosotros.
Si alguien en nuestra congregación hace algo malo, en lugar de juzgar y
“rasgarnos las vestiduras” debemos buscar que los líderes le llamen la atención
y animen a cambiar ese camino. Recuerda
que la iglesia es el hospital donde asistimos todos los enfermos. No hay uno solo que no sea pecador. No hay uno solo que sea perfecto. Todos necesitamos de la gracia de Dios para
poder ser perdonados. Pero es sumamente
importante entender por qué línea debemos caminar. No podemos caer en malas acciones pues
nuestro corazón debe buscar obedecer y permanecer en Dios. Por el otro lado, tampoco debemos estar
juzgando y señalando a aquellos que se equivocan porque nosotros mismos nos
estamos condenando. ¿Lo puedes ver? Es una línea delgada por la que podemos y
debemos caminar. Es, de cierta manera,
un punto medio o de equilibrio donde entendemos que los principios de Dios
deben dirigir nuestra vida, promovemos ese estilo de vida entre nuestros
hermanos, exhortamos a no estar fuera de Su palabra y nos mantenemos fuera de
juicios y condenaciones entendiendo que si fuimos rescatados es por pura
misericordia del Señor. Diótrefes estaba
haciendo mal las cosas. A tal grado que
Juan quiere llamarle la atención.
Nosotros, como cuerpo de Cristo, debemos procurarnos los unos a los
otros. Debe preocuparnos el ver a un
hermano que se aparta del Señor. Debe
preocuparnos ver a un hermano haciendo algo incorrecto. No podemos decir “cada quien su vida”. No podemos caer en “la tolerancia”. ¡No! Son
nuestros hermanos y debemos exhortarnos los unos a los otros. En amor.
En oración. Con el afán de dar
gloria al Señor y no sentirnos “superiores”.
¡Ese es el amor que tanto nos promovió Juan en su primera carta! Podría escribir sobre Diótrefes y criticar
sus conductas. Sería muy fácil. Pero no le veo el sentido ni creo que
aprenderíamos nada para crecer espiritualmente.
Por el contrario, veo oportunidad en la reacción de Juan al decir: le
voy a llamar la atención cuando lo vea. No
está creando chismes, criticándolo o hablando mal alrededor de él. Está señalando un problema real acerca de su
actitud. Advierte a Gayo y explica que
tomará cartas en el asunto. Preocupémonos
por nuestros hermanos en la fe. Oremos los
unos por los otros. Sigamos el ejemplo
de Juan.
Oración
Señor: te pido perdón por mis pecados y en
especial por no preocuparme por mis hermanos en la fe. Hoy entiendo que en ocasiones he preferido
que cada quien viva su vida o por otro lado simplemente he juzgado. Te pido que pongas en mi corazón la carga y
preocupación por el crecimiento espiritual de mis hermanos. Te pido que pongas amor en mí para con ellos
para no juzgarlos y llenarlos de ánimo para seguir tu camino. Padre, no dejes de transformar mi vida y
guíame en todo momento. En el nombre de
Jesús. Amén
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