Los seres humanos juran
por alguien superior a ellos mismo, y el juramento, al confirmar lo que se ha
dicho, pone punto final a toda discusión.
Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa
que su propósito es inmutable, la confirmó con juramento. Lo hizo así para que, mediante la promesa y
el juramento, que son dos realidades inmutables en las cuales es imposible que
Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos
aferramos a la esperanza que está delante de nosotros.
La promesa está escrita
en Génesis 12 y dice: Pero Jehová había
dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a
la tierra que te mostraré. Y haré de ti
una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición. Bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas
las familias de la tierra. Y se
fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de
setenta y cinco años cuando salió de Harán.
Hoy en día, tenemos
notarios, abogados y muchas páginas de contratos que buscan darle validez a
cualquier tipo de acuerdo, pero en ese entonces, un método común sería el
“jurar” por alguien mayor. De hecho,
algunas personas todavía tienen la costumbre de decir: “te lo juro por Dios o
por mi madre o algún familiar”. Como si
esto validara lo que se está diciendo o acordando. Dios, en su sabiduría y misericordia con
nosotros, utiliza elementos que podemos entender para demostrarnos su gran
autoridad y poder. El hecho de que la
promesa se haya hecho sin haber nadie “encima” de Él, demostraba que tiene el
poder absoluto.
¿Qué promesas nos da
Dios el día de hoy? Darnos vida en
abundancia. Gozo y paz mientras
atravesamos pruebas. Bendiciones. Libertad del pecado. Trae luz a tu vida. Esperanza.
Sentido y razón de vivir. Abrigo. Alimento.
Y así, la lista sigue. Sin embargo,
nosotros dudamos de ellas. Decimos que
creemos en Dios. Sabemos que es todopoderoso. Pero por alguna razón, pensamos que nuestra situación
es distinta. Por alguna razón limitamos
a Dios en nuestros asuntos.
¿Resultado? Dejamos de recibir
esas promesas. Llega la angustia. El celo y el enojo comienzan a florecer. El rencor se vuelve un amigo de todos los
días. Y después te preguntas cómo
llegaste hasta ahí. ¿Entiendes lo que
estoy diciendo? Dios te quiere decir el
día de hoy que está puesto al cien por ciento.
Que Él no se ha movido y no se moverá.
Su palabra permanece y jamás ha mentido.
Ahora te corresponde hacer tu parte.
Él es la roca. Él es el
fundamento de todo. Si realmente confías
en Él, es tiempo que lo dejes dirigir tu vida y rendirte ante su soberanía. Como humanos necesitamos juramentos y
procesos legales para tratar de asegurar que algo se cumpla. Dios lo hace a través de su palabra. Sea lo que sea que estás atravesando en este
momento, te pido hagas una pausa. Respira. ¿Qué hay en tu corazón? ¿Tu prioridad es servir y obedecer a
Jehová? ¿Tus actos lo confirman? Acude a Él.
Él se encarga de lo imposible. Sí. De tu caso también.
Oración
Mi Dios y Señor:
gracias. Te necesito tanto y no he
querido reconocerlo. Dudo y cuestiono
tus promesas mientras que tomo malas decisiones por mi cuenta. ¡perdóname!
Te entrego mi vida y te pido la dirijas.
Gracias por mostrarme que no hay nada ni nadie por encima de Ti. Te entrego mis cargas, mis angustias, mis
enojos y mis rencores. Te pido derrames
tu perdón sobre mí y pueda perdonar y amar a mi prójimo. Dale sentido y dirección a mi vida. Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús. Amén
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