Es imposible que
renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han
saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han
experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y
después de todo esto se han apartado. Es
imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de
Dios, y lo exponen a vergüenza pública.
Este pasaje puede
confundir a algunos. Pareciera que está
diciendo que una persona puede aceptar a Cristo en su corazón pero después
pierde su salvación a causa de su pecado o separación de Dios. Es incorrecto pensar de esta manera. Primero.
La salvación no es por obras sino por gracia de Dios. Nosotros no tenemos nada que hacer para ganar
esa salvación. Por lo tanto, ¿cómo la
vamos a perder si hacemos algo malo?
Segundo. Debemos entender lo que
una persona puede hacer o saber sin realmente haber recibido a Cristo. 1. El
hecho de que tenga conocimiento sobre la palabra de Dios. Recuerda que los fariseos conocían
perfectamente las escrituras y se encontraban sumamente lejos de tener comunión
con el Señor. 2. El convivir en actividades de la iglesia. Ésta es fácil de explicar. Simplemente recordemos a Judas. ¡Era uno de los doce apóstoles! Sin embargo no tenía cabida en el reino del
Señor. ¿Quiere decir que perdió su
salvación? No. Quiere decir que nunca fue parte de él. 3.
Tienen actitudes buenas y moral desarrollada. El hecho de ser justo y buscar ser recto en
todas las actividades, no implica que una persona esté entregada a Dios. Uno puede buscar ser servicial, ayudar al
necesitado y no hacer ningún trato ilícito en su vida, sin embargo, esto no nos
dice que es hijo de Dios. Entonces,
recapitulemos. Vuelve a leer el pasaje
con estos principios en mente. Ahora
puedes darte cuenta que no se refiere a perder nuestra salvación sino que está
hablando de aquellos que solamente han tenido “roces” con la vida en Cristo y
por ello han saboreado el don celestial, es probable que hayan recibido
bendiciones por estar rodeados de corazones entregados al Señor, sin embargo,
esto no los hizo ser parte del reino.
Otro ejemplo lo podemos ver en la historia de José. El rey sabía que José era especial y siempre
lo tuvo cerca. Su reino se benefició
enormemente. Sin embargo, el rey no dobló
sus rodillas y reconoció a Jehová sino que siempre dependió de José. ¿Te acuerdas de la historia de David? Dios lo tenía en sus planes como próximo rey
pero su papá ni siquiera lo consideró para la unción. ¿Qué quiero decir con esto? Que nosotros como humanos, vemos lo exterior
y sobre eso hacemos un juicio mientras que Dios ve nuestros corazones. No te dejes engañar porque una persona es
“buena”. No te confundas y pienses que
uno puede ser “bueno” y por eso tener parte con Dios. La misericordia del Señor es la que nos da la
salvación. No nuestros actos. ¿Entonces qué hacemos nosotros? Nada. Es
Dios quien hace todo. Mientras tanto,
nuestro deber es ir y hacer discípulos. Debemos
enfocarnos en mejorar día a día nuestra relación con Jehová y compartirlo con
los demás. Ahora, como recomendación o
advertencia, te sugiero tomes tu tiempo y analices tu corazón. No sea que te encuentres como aquellos que
describe el pasaje y que no pertenecen realmente al Señor.
Oración
Señor: doblo mis
rodillas y humillo mi vida entera ante Ti.
Tú eres rey. Tú gobiernas y
tienes todo bajo tu control. Hoy entiendo
que no puedo estar engañándote y jugando a ser espiritual o bueno. Te pido me perdones y limpies pues quiero
tener parte contigo. Quiero que reines
en mi vida y que dirijas cada paso que tome.
No quiero ser como Judas que simplemente saboreo de tus bendiciones pero
nunca fue tu hijo. Toma mi vida entera
Señor. Te lo pido en el nombre de
Jesucristo. Amén
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