Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú,
previendo lo que les esperaba en el futuro.
La historia de Jacob y Esaú es perfecta para una novela. Hay engaños.
Hay pleitos. Hay éxitos. Hay discusiones. Honestamente es un ejemplo perfecto de
nuestro día a día. Sin embargo, el
pasaje de hoy exalta a Isaac por una razón en específico: bendijo a sus hijos
previendo lo que vendría. La bendición
era encomendar a Jehová. En otras
palabras, uno dejaba de preocuparse y entregaba el “batón” a los hijos dejando
que Dios se encargara de ellos.
Curiosamente, en esta bendición hay un engaño. La esposa de Isaac le dice a su hijo Jacob
que engañe a su padre haciéndose pasar por Esaú. ¡Qué esposa la de Isaac! Podríamos pensar. Sin embargo, en lugar de criticar y señalar,
es mejor abrir el corazón y ser honestos con lo que nosotros también
hacemos. Todos estos ejemplos nos sirven
para identificarnos y buscar la misericordia de Dios. Jacob pudo haberse negado a lo que su madre
le estaba proponiendo, sin embargo, le atrajo la idea de tomar la
bendición. Ya había comprado la
primogenitura a su hermano así que la bendición no le caería mal. Por otro lado, Esaú se llena de enojo y busca
vengarse asesinando a su hermano en cuanto su padre muriera. Esto provoca que su madre le avise a Jacob y
le pida que se vaya para no ser asesinado.
¿Cómo es posible que haya tanto conflicto en personajes bíblicos? ¿Por qué hay tan mal testimonio? Recuerda que la exaltación de Isaac es sobre
su fe y no sobre el comportamiento de su familia. Nosotros juzgamos y exigimos ejemplos
perfectos. Queremos que los pastores no
cometan ni un solo error. Que los
hermanos nunca cometan ninguna falta.
¿Qué clase de evangelio es este que demandamos? ¿Acaso no vino Jesús a enseñarnos sobre la
gracia y la misericordia? Pues entonces
aprendamos a vivir así. La biblia nos da
hoy un ejemplo de gente que luchaba entre su vida carnal y espiritual. Así como tú y yo. A veces tenían éxito y a veces
fracasaban. Sin embargo, la vida espiritual
no se resume a una oportunidad sino que es un trabajo permanente. Tus errores de ayer no tienes que estarlos
arrastrando hoy día. ¡Dios ya los
perdonó! Él no los está recordando ni
tampoco te los está reprochando. Puede
ser que estés viviendo las consecuencias de esos errores pero esto no quiere
decir que Dios te está castigando.
Medita en esto. Piensa en tu
actitud hacia tu perfección espiritual.
Piensa en tu actitud hacia los demás.
Analiza tu fe. ¿Estás dejando que
lo que te pasa o sucede a tu alrededor apague tu fe? No te desanimes. Aprende de tus errores. Pide perdón.
Y levántate sabiendo que Dios está contigo. Corrige tus pasos. Toma tus precauciones para no caer en lo
mismo. Y finalmente pide a Dios
constantemente que aprendas a vivir en su gracia. Recuerda esto: los ejemplos que estamos
aprendiendo en hebreos, son ejemplos de fe y no necesariamente de una vida
perfecta. Trabaja en tu fe y transforma
tus actos como consecuencia.
Oración
Padre: te doy gracias porque me amas y tu gracia me llena. Te pido perdón por mis pecados y por mi falta
de entrega. Te pido que pueda crecer
espiritualmente y mi fe sea como la de Isaac o Abraham. Toma mi vida y transfórmala mi Dios. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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