Señor, oye mi justo ruego,
escucha mi clamor, presta oído a mi oración pues no sale de labios
engañosos. Se Tú mi defensor, pues tus
ojos ven lo que es justo.
Hace unos días, mi sobrino
estuvo de visita en la casa. Un día vio
que tenía un juego en mi Ipad y preguntó de qué se trataba. En ese momento tenía que salir y le dije que
le explicaría después. Cuando regresé
nuevamente preguntó. Le dije nuevamente
que se lo mostraría más tarde. Y así, al
poco tiempo, volvió a preguntar. Si lees
con atención el salmo de David y eres honesto con tus oraciones, no somos tan
distintos a mi sobrino. Un niño, cuando
algo le interesa, busca sin cesar y pregunta continuamente hasta lograr su
resultado. Así también nosotros cuando
nos encontramos en un momento difícil.
Buscamos una respuesta. Nos
angustiamos. Queremos que las cosas se
aclaren y podamos conectar los puntos para entender el por qué. Si tienes una buena comunión con Dios, te
encontrarás como David, orando una y otra vez explicando tu causa. Él dice: 1. Oye mi ruego; 2. Escucha mi
clamor; 3. Presta oído a mi atención.
¡Tres veces le pide al Señor que escuche lo que tiene que decir. ¿Acaso Dios no nos escucha a la primera? ¿Estaba tratando de asegurarse que su oración
no pasara desapercibida? Lo que
realmente vemos en esta oración de David al Dios Padre es un corazón conforme a
la voluntad de Jehová. Sin importar las
circunstancias, David sabe que Él es su defensor y juez. David habla desde lo más profundo de su
corazón. ¡Por eso repite tres veces que
su oración sea escuchada! Así como un
niño que constantemente busca algo. Los
niños no se detienen. A ellos no les da
pena. Un niño simplemente tiene su vida
y su corazón abiertos. Así quiere Dios
que seamos. Que abramos nuestro corazón
y nuestra mente a Él. Sin restricciones. Sin ocultar nada. Lo que sea que atraviesas, dile a Dios cómo
te sientes. Repítelo una y otra
vez. Dios no se cansa y escucha cada una
de nuestras oraciones. Aprendamos a
orar. Con el corazón y nuestra voluntad
a los pies de Jehová. Así oró David. Ante una dificultad tan grande, simplemente
pudo decir: Señor, escucha mi oración. Hagamos
lo mismo y confiemos en Él.
Oración
Padre: aquí estoy rendido
ante Ti. Toma mi vida. Toma mi corazón y reina. Confío en Ti.
Creo en tu palabra. Quiero pedirte
que no permitas que me aparte de Ti sin importar las circunstancias. Examina lo que hay en mí. Te lo pido en Cristo Jesús. Amén
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