Dios
ha plantado en los cielos un pabellón para el sol. Y éste, como novio que sale de la cámara
nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino. Sale de un extremo de los cielos y en su
recorrido llega al otro extremo sin que nada se libre de su calor.
El sol
es tan majestuoso e impresionante que muchas culturas lo consideraban un
dios. Se le rendía culto. Se le admiraba. Se le consideraba único. Si quitamos el hecho de que le consideraban
un dios, lo demás es cierto. La misma
biblia nos dice en estos versículos que el sol es como un novio que sale
orgulloso y presuntuoso. Vestido
elegantemente y con mucha presencia.
Listo como un atleta para llegar a la meta. En tiempos pasados, la gente debía saber que
el sol no era un dios y tampoco era digno de adorarse. David nos muestra que esa gran estrella es
digna de admiración pero no de adoración.
La adoración va al creador quien diseñó todo de una manera tan precisa y
perfecta que no podemos negar su poder y soberanía. ¡Dios creó el sol! Él planeó cómo recorrería día tras día la
tierra. Imagina lo grande que es nuestro
Señor.
Me
parece que Satanás ha cambiado de estrategia.
En lugar de utilizar distintos dioses para distraernos del verdadero
Dios, ahora nos ha hecho minimizar La creación pensando que no es digna de admiración
y nos guíe a adorar al Señor. En pocas
palabras: nos fuimos de un extremo a otro.
De alabar y confundir al sol con un dios a minimizarlo y dejar de
percatarnos de la gran maravilla que es.
Recuerdo hace unos años que me encantó una aplicación para el celular y el
Ipad donde uno apuntaba al cielo y se mostraban los nombres de las estrellas y
constelaciones. ¿Increíble no? Sin embargo, después de un tiempo pensé en lo
irónico que resultaba sorprenderme más por el aparato y la tecnología que por
las estrellas mismas. Nos sorprendemos
de lo que la gente logra o inventa pero no nos damos un instante para dejarnos
sorprender por la increíble creación de nuestro Señor. Todos los días se levanta el sol. Imponente.
Recordándonos que Jehová le dice cómo y hacia dónde moverse. Entonces, si el Dios en el que digo creer, le
dice al sol qué hacer, por qué me cuesta tanto trabajo confiar en Él y
obedecerle. El sol es un recordatorio de
la omnipotencia de Dios. Al mismo
tiempo, es una llamada de atención para hacernos meditar en qué estamos esperando
para obedecer al Señor. Obedecemos las
leyes de tránsito. Obedecemos las reglas
en el trabajo. Seguimos muchas
instrucciones que como sociedad hemos puesto.
¿Por qué no obedecemos a Dios en todo lo que hacemos? ¿Por qué no le confiamos nuestra vida
entera? ¿Miedo? ¿Orgullo?
No es fácil reconocer que Él es fuerte y nosotros débiles. Sin embargo, él creó el sol junto con todo lo
que vemos y nosotros no. ¿Te das cuenta
de todo lo que podemos meditar solamente al admirar la creación del Señor y en
específico el sol? Piénsalo.
Oración
Padre:
gracias por tu creación. Gracias por
mostrarte a través de ella y recordarme lo poderoso que eres y al mismo tiempo
cómo tienes cuidado y amor por mí aunque sea tan insignificante comparado con
la majestuosidad del sol. Te pido Padre que
ahora pueda entender que debo obedecerte sin restricción y confiar sin
detenimiento. Tú eres Dios. Tú eres rey.
Yo soy tu hijo y Tú cuidas de mí.
Gracias. Te pido que cada día sea
sensible a tu creación y me ayude a buscar servirte y obedecerte constantemente. Te lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario