Un día comparte al otro
la noticia una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz
perceptible. Por toda la tierra resuena
su eco ¡sus palabras llegan hasta los
confines del mundo!
Imagina
un molino de agua. Avanza conforme se va
llenando de agua. Se llena y
avanza. Se llena y avanza. Así crea un círculo virtuoso. Eso es lo que el salmista quiere decirnos
cuando dice: un día comparte al siguiente la noticia y la noche a la siguiente
se lo hace saber. Una y otra vez. La majestuosidad del Señor se hace presente. Nos percatemos o no, el hecho de que salga el
sol, se ponga y salga la luna es una muestra perfecta de su soberanía por sobre
todas las cosas.
Después
nos dice la biblia que, sin un lenguaje definido, sin palabras, Dios se
manifiesta y se escucha su voz hasta los confines del mundo. ¿Cómo es esto posible? La creación misma es evangelista. Los montes, el sol, los mares, son “pastores”
llevando el evangelio de Cristo sin decir palabra. Son prueba viva y constante de la existencia
de Dios. El Señor no tiene que hablar
más para que éstos hablen por Él con su mera presencia. ¿Te das cuenta? Esto nos recuerda lo alejados que podemos
estar con nuestros instintos. Uno no
necesita hablar o escuchar a alguien para poder discernir si está enojado o
triste. El puro semblante nos dice
todo. Ahora está de moda el estudio del
lenguaje corporal. Sumamente útil aunque
debería de ser algo natural para todos nosotros. Deberíamos poder interactuar sin la necesidad
de tantas palabras y poder entendernos más por lo que nuestra esencia está
transmitiendo. ¿Cuántas veces te han
preguntado: cómo estás y tu respuesta es: bien; cuando en realidad estabas
pasando por un mal momento? Las palabras
ayudan pero no lo son todo. Por eso el
Señor se encargó de impresionarnos no solo con su hermosa palabra sino con su
creación que va más allá de lo que podemos imaginar. Es importante estar más en contacto con
nuestro espíritu y hacer menos caso a nuestra carne. Hace un tiempo, mientras iba caminando por la
calle, vi a una persona sin hogar y sentí la necesidad de ir y hablarle de
Dios. Un sentimiento me invadía y no
sabía qué hacer. Mi carne lo quería
bloquear y mi espíritu seguía peleando para salir a flote. Tristemente no te puedo contar un final feliz
en el que fui y compartí a Cristo. Mi yo
ganó. Mi carne ganó. Seguí mi camino y no dije nada. Sé que Dios me estaba llamando para
utilizarme pero preferí darle la espalda.
Estoy convencido que, de haber estado más en sintonía con Él en lugar de
con mi carne, hubiera dejado que me guiara para hablar y decir lo que Él
tuviera preparado. La biblia nos dice
que meditemos día y noche en la palabra del Señor. En el antiguo testamento Dios dijo al pueblo
de Israel que pusiera recordatorios en los dinteles de las puertas. El arcoíris sirve de recordatorio del juicio
y salvación que trajo el Señor. Hoy
aprendimos que el transcurso de cada día y la llegada de cada noche nos sirven
también como recordatorio de la constante presencia y magnificencia de nuestro
Señor. Medita en esto. ¿Cuánto de tu día dedicas al Señor? ¿Qué tanta atención pones a lo que te sucede
día a día para reconocer la voz del Señor?
Oración
Padre:
gracias por enseñarme que no es necesario escuchar palabras para poder verte y
recordarte. Gracias por tu perfecta
creación y la oportunidad para recordarte y darte la gloria a través de
ellas. Te pido perdón por no querer escucharte
y dejar que mi carne siga reinando sobre mis acciones. Transfórmame Padre. Te lo pido en Cristo Jesús. Amén.
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