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15 dic 2015

Salmos 21:2-4

Le has concedido lo que su corazón desea, no le has negado lo que sus labios piden.  Has salido a su encuentro con ricas bendiciones, lo has coronado con diadema de oro fino.  Te pidió vida, se la concediste: una vida larga y duradera.



Este Salmo lo podemos relacionar con la vida de Cristo.  Dios Padre le concedió lo que su corazón desea: reconciliarnos con El.  Cada una de sus oraciones fue escuchada y el Padre siempre salió a bendecirle.  Cuando oró y los panes y peces fueron multiplicados hasta llegar a los miles.  Cuando oró por Lázaro. Y así vemos a Cristo exponiendo lo que había en su corazón y declarándolo a Dios Padre.  Posteriormente, sabemos que Cristo murió pero resucitó al tercer día y ahora está sentado a la diestra del Padre.
Como siempre, me gusta buscar la aplicación práctica a nuestras vidas de cada pasaje y este no es la excepción.
Dios no es nuestro servidor ni un ser que está ahí para cumplir con nuestras peticiones.  El es Jehová.  Rey de reyes.  El Alfa y la Omega.  Sin embargo, al mismo tiempo es nuestro Padre Celestial y como tal, quiere bendecirnos.  Quiere darnos lo que hay en nuestro corazón y cumplir con las peticiones que ponemos a sus pies.  Es un tema difícil de exponer correctamente porque no quiero hacerte pensar que Dios te dará todo lo que deseas como muchos predicadores famosos hacen.  La verdad es que no es así.  Dios es muy claro en cómo quiere que oremos: conforme a su voluntad.  Nos dice que pedimos y no se nos da porque pedimos mal, conforme a nuestra carne y deseos.  Al mismo tiempo se nos dice que oremos sin cesar y que Él abrirá las puertas del cielo para inundarnos con sus bendiciones.  ¿Cómo entender esto?  ¿Cómo leer este salmo y darle aplicación a mi vida?  ¿Dios me dará lo que mi corazón desea o no?  La respuesta: a veces sí, a veces no.  Ya sé.  Esa no es una verdadera respuesta pero es la realidad.  En su soberanía, hay ocasiones en las que nos dará a pesar de que está en contra de su voluntad y no será de bendición para nosotros.  Nos dejará seguir nuestro camino aunque estemos apartándonos de él.  En 2 Reyes 20, vemos cómo Ezequías pide por no morir y Dios se lo concede aunque no era lo mejor para él.  Por otro lado, tenemos el ejemplo de Cristo al pedir por la oportunidad de no atravesar el via crusis y Dios Padre no se lo concede pues era necesario para cumplir con todo lo que estaba escrito.
¿Qué podemos aprender de este pasaje?  Lo más importante es que debemos entender que la oración es parte esencial de la vida de un cristiano.  Que debemos analizar y exponer al Señor lo que hay en nuestro corazón y buscarle constantemente.  Si nos encontramos en medio de tormentas, además de orar, debemos clamar a él.  Nuestro Dios está ahí siempre.  Escuchando como Padre amoroso que es.  Siempre viendo por lo que es mejor para nosotros.  Siempre queriendo mostrar sus milagros y abriendo caminos.  Debemos estudiar su palabra para poder aprender a orar y madurar en lo que es importante pedir y comenzar a desechar todo lo que es superfluo en la oración.  Sin embargo, no debemos olvidar que Dios es amoroso y, aunque las circunstancias parezcan adversas, él no se ha olvidado de nosotros y no ha dejado de escuchar cada una de nuestras palabras.

Oración

Padre: hoy entiendo que me amas y sabes lo que es mejor para mí.  Te entrego lo que hay en mi corazón y te pido que pueda aprender a orar y pedir conforme a tu voluntad.  Sé que tu camino es mejor que el mío y te pido que no me afane a mis deseos ni a nada material sino que abrace tu palabra y confíe en que Tú siempre tendrás lo mejor para mí.  En Cristo Jesús.  Amén

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