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17 ago 2010

Miqueas 6:8

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios.



¿Cuántas personas dicen que son buenas? ¿Cuántas consideras tú que lo son? Recientemente tuvimos que proponer en mi trabajo por aquellas personas que estaban realizando actividades en pro de los demás. Ayudar a personas sin recursos, mejorar una comunidad, etc. Lo importante era que propusiéramos a los que pensáramos que eran “buenos”. Pero ¿qué es ser bueno? ¿No matar? ¿No mentir? ¿Tratar de estar en paz con los demás? Recuerdo una plática reciente con una persona que me decía que lo que buscaba era estar bien con todos, no hacer ningún mal o lastimar a alguien y en general ser “bueno”. ¿Pero cómo saber si somos buenos o no? ¿Puedo ser bueno y al mismo tiempo estarme divorciando? ¿Puedo ser bueno y al mismo tiempo gritarle a mi prójimo? ¿Puedo ser bueno y criticar o juzgar? ¿Puedo ser bueno e impaciente? ¿Cómo puedo ser bueno? ¿Quién pone el ejemplo o estándar de lo que es o no es ser bueno?
Ya se te ha declarado lo que es bueno y lo que Dios espera de ti: justicia, misericordia y humillación.
Dios pone el ejemplo y los parámetros a seguir. No tú. No yo. Dios. Practicar la justicia, la misericordia y la humillación. Me parece más fácil empezar de atrás para adelante. En otra versión traduce la parte final diciendo: y caminar humildemente con tu Dios. Lo primero que necesitamos es la humildad. Cuando reconocemos que no somos “tan tan” como pensábamos y reconocemos nuestra necesidad de Dios, dejamos a un lado nuestros parámetros y adoptamos los que Él ha establecido. La humildad es tu mejor aliado para mejorar tu relación con Dios. Un corazón y actitud humilde escucha y recibe con agrado las enseñanzas y correcciones de nuestro Señor. Tu orgullo es el enemigo de lograr entender y practicar la humildad. La siguiente característica es la misericordia. Algunos antónimos son: impiedad, crueldad, intolerancia, dureza, intransigencia, condena. Dios tuvo misericordia de ti y de mí aunque no la merecíamos. Así mismo nos pide que tengamos misericordia con aquellos que no lo merecen. Dejemos atrás la condena, la intransigencia y la dureza que solamente lastima corazones. Practiquemos la misericordia con aquellos que la piden y recibámoslos con brazos abiertos como Jesús nos recibe al pedir perdón. Por último está la justicia. Aquel considerado justo es quien obedece y realiza aquello que se le pide. Quien cumple con los principios de Dios.
Dios nos ha declarado lo bueno. Depende de nosotros comenzar a vivir buscando esos principios. ¿Qué vas a hacer?

Oración
Dios Padre: entiendo que no he seguido tus principios sino los míos. Pensaba que podía ser bueno porque yo lo consideraba así pero ahora comprendo que solamente Tú muestras cómo serlo realmente. Te pido que en mi vida siempre haya un caminar humilde a tu lado y que la misericordia que tienes conmigo la pueda tener con los demás. Ayúdame a vivir en tu justicia. En Cristo Jesús lo pido.
Amén

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