Lo acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe; Timoteo; y por último Tíquico y Trófimo, de la provincia de Asia. Éstos se adelantaron y nos esperaron en Troas. Pero nosotros zarpamos de Filipos después de la fiesta de los panes sin levadura, y a los cinco días nos reunimos con los otros en Troas, donde pasamos siete días.
Necesitamos de los demás. Tal vez consideres lo contrario, pero la realidad es que necesitas de tu prójimo. Dios es tan bueno con nosotros que nos enseña cómo cada personaje de la biblia tenía consigo otros hermanos en la fe que lo ayudaban a seguir adelante. David tenía a Jonatán y a todo un grupo de seguidores. La biblia dice que cuando sale a esconderse en tierra filistea, llevaba consigo 400 hombres. David. El que venció al gigante Goliat. ¿No era lo suficientemente hábil para poder estar solo? Moisés tuvo que dividir su trabajo poniendo a distintos líderes que aconsejaran al pueblo. Josué tuvo a Caleb. Esther tuvo a Mardoqueo. Y así vemos en repetidas ocasiones esta forma de dependencia y el pasaje de hoy no es la excepción. ¿Por qué Dios los mandaba en parejas o siempre con alguien? ¿Qué no podrían ir solos? Definitivamente que no necesitaban de alguien más pues el Señor todo lo puede. Cualquier milagro y transformación podría realizarse de la mano de un siervo sin necesidad que hubieran más. Pero el Señor lo hizo y lo hace por nuestro bien. Lo hace para protegernos y enseñarnos que necesitamos de los demás. De hecho, pienso que cuando la biblia nos dice que no dejemos de congregarnos no es para que las congregaciones tengan gente ni tampoco porque no puedas estudiar la biblia y tener comunión con Dios por tu parte. Es para enseñarnos que nuestra vida espiritual se desarrolla a través de la comunión con otros hermanos. Para mostrarnos que la rendición de cuentas, el discipulado en sí, se perfecciona cuando tienes a otro hermano que te ayuda en tu vida espiritual. Ya vimos que gracias al consejo que recibió Pablo de los hermanos, no salió a calmar la turba que se había levantado. Así, tú y yo necesitamos recibir consejos. Necesitamos convivir con otras personas y principalmente con nuestros hermanos. ¿Son perfectos? ¡Por supuesto que no! ¿Acaso tú eres perfecto o mejor que los demás? Espero que tu soberbia no se encuentre tan arriba que no te deje ver tus errores.
El pasaje nos dice que Pablo iba acompañando de varios hermanos que le ayudaban preparando camino o en alguna otra tarea que fuera surgiendo. Podemos pasar por alto estos versículos y pensar: eso funcionó para Pablo pero no es para mí. Yo quiero seguir sin depender de nadie. Yo no quiero que los demás puedan opinar de mi vida y de lo que hago o no hago. No necesito de alguien más para mi comunión con Dios. ¿Quieres saber la verdad? La verdad es que no quieres que se descubra tu doble cara. La verdad es que no estás comprometido con Dios. La verdad es que eres una persona los domingos y otra los demás días. No significa que los que nos entregamos a Dios no cometemos errores. ¡Por supuesto que no! Al contrario, lo primero que reconocemos es cuánto necesitamos el perdón que ofrece Cristo pues constantemente fallamos. Como decía Pablo, de los pecadores me considero el peor. ¿Por qué? No por darme golpes de pecho sino porque día a día el Señor nos muestra cuánto tenemos que cambiar. Pero abrimos nuestro corazón y exponemos nuestras pruebas para poder ser exhortados, animados y corregidos por nuestros hermanos en la fe. Se necesita valor y a la vez humildad pero créeme, una vez que des ese paso y subas el escalón, ya no querrás regresar.
Oración
Padre: ¡Cuántas gracias te doy! Gracias por fijarte en mí. Por tenerme presente sin yo merecerlo. Hoy entiendo que necesito de mis hermanos. Hoy entiendo que mi vida espiritual se fortalece cuando me congrego. Hoy entiendo que puedo servirte cuando entre hermanos nos servimos mutuamente. Yo te pido que mi soberbia no estorbe mi comunión ni entrega. Transfórmame. Renuévame. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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