Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios; y si comienza por nosotros, ¡Cuál será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios! “Si el justo a duras penas se salva, ¿Qué será del impío y del pecador?”. Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel Creador y sigan practicando el bien.
Si hablar del sufrimiento no fuera importante, Pedro no hubiera destinado más de un capítulo sobre el tema. Asimismo, resulta importante hablar del juicio de Dios. Recientemente leí un devocional del pastor Nick Warren (el autor de una vida con propósito). Planteaba las principales diferencias entre Jesús y cualquier otra religión. Citaba Juan 14:6 “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. Algunos profetas anuncian la verdad. Otras religiones anuncian la vida. Otros dicen llevar al camino. Pero Cristo no hace eso. Él nos dice: yo Soy la verdad, yo Soy el camino y yo Soy la vida. No nos anunciaba una forma de llegar a cierto camino ni a cierta verdad ni tampoco de tener vida. Nos anunció que Él mismo es esas tres cosas. También nos anunció que moriría por nosotros para convertirse en reconciliador entre nosotros y Dios Padre. Nos dice que intercederá por nosotros en el día del juicio. Ahora, lo interesante es esto: tenemos la opción de creerle o no creerle. Podemos pensar que habrá un juicio, que hay un cielo y un infierno. También podemos pensar lo contrario. Si Cristo es un fiasco, el más grande de la historia, quiere decir que al morir probablemente no pase nada y la vida se acabó. Pero... Si Cristo resulta ser lo que anunció y realmente existe un cielo y un infierno, ¡Qué terrible ser aquél que lo negó! Por esta razón, concluye el pastor Nick, prefiero poner mi decisión en Cristo. Yo pienso lo mismo. ¿Esto quiere decir que creo en Dios por conveniencia? ¡Por supuesto que no! Simplemente es el primer paso para una comunión con Jesús. Es subir el primer escalón y dejar atrás todas las dudas. Si algo he podido experimentar en mi relación con Dios es la manera sobrenatural que tiene para transformar mi corazón y mis pensamientos.
El día de hoy tienes la opción de decidir entre seguir a Dios o seguir tu camino. El primero traerá grandes retos, pruebas, sufrimiento, pero al mismo tiempo traerá bendición, gozo, paz y sentido a tu vida. ¿Tu camino? Creo que ya sabes lo que ha traído a tu vida seguir tus “instintos”. Lo que debemos tener claro y presente es que al morir, Dios nos dice que habrá juicio. Dios nos habla de una cielo y un infierno. La decisión se toma aquí en la tierra y una vez que termina nuestra estancia, no hay forma de volver atrás para corregir esa decisión. Si tú has decidido por Cristo, primero que nada, ¡Felicidades! Bienvenido a la familia de Dios. Debes saber que el sufrir por Cristo es algo normal. La biblia nos lo advierte en repetidas ocasiones. Conforme entregas tu vida a Dios y dejas que sea transformada, encontrarás situaciones difíciles, momentos en los que las cosas parecerán estar peor que cuando no habías entregado tu vida a Dios. La realidad es que las cosas están empezando a tomar la dirección correcta. Tu corazón está empezando a alinearse y ser un corazón de carne y no de piedra. Tus principios están siendo acomodados y tus pensamientos están siendo renovados. No te desanimes. No te desesperes. El Señor está ahí. No te ha abandonado y tampoco ha cometido un error. Está queriendo sacar lo que hay en tu corazón y enseñarte cuánto te ama y cuánto tienes que cambiar. Así que, como dice Pedro: entrégate a tu Creador y sigue practicando el bien.
Oración
Señor: proclamo tu nombre y creo en Ti. Creo en Jesús. Creo que es el camino la verdad y la vida. Creo que vino a morir por mis pecados y te pido que en su nombre pueda ser reconciliado contigo. Te pido perdón por mis faltas. Te pido perdón por el daño que he causado. Te pido que pueda entender que el sufrimiento tiene un propósito y que no me has abandonado. Te pido que pueda fortalecerme en Ti y no regresar a mi vida anterior. Lléname de Ti mi Dios. En el nombre de Jesús. Amén
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