Éste
es el mensaje que hemos oído de Él y que les anunciamos: Dios es luz y en Él no
hay ninguna oscuridad. Si afirmamos que
tenemos comunión con Él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en
práctica la verdad. Pero si vivimos en
la luz, así como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre
de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Si
alguna vez copiaste en un examen (sí, yo llegué a copiar en un examen y no
estoy orgulloso de ello) podrás recordar que no lo hiciste mientras el maestro
volteaba a verte sino cuando se distraía.
De igual forma, si realizaste alguna travesura (sí, también hice
travesuras) trataste de correr lo más rápido posible para que no te
descubrieran. Poco a poco, conforme
creciste te diste cuenta que la gente solamente crea una imagen de uno con
respecto a lo que ven. Lo que quiere
decir es que, si te ven portándote bien, pensarán que eres una buena persona
sin importar que la realidad sea distinta.
Así puedes pasar varios días, meses e incluso años. Aparentando una cosa. Viviendo otra. Tal vez tu matrimonio no está bien. Tal vez tus finanzas están por los
suelos. Tal vez no quieres seguir
viviendo. Tal vez la soledad y la
tristeza te aplastan demasiado fuerte.
Sin embargo, cuando sales a la calle, tratas de disimular y aparentar
que todo está bien. Finalmente, si la
gente te ve bien, pensarán que todo es así.
Si bien, como personas podemos ser engañados, Dios no puede ser
burlado. Él conoce lo que sucede en tu
vida sin importar que quieras ocultarle algo.
Con Él no podemos vivir una doble vida.
No podemos aparentar. No podemos
engañarle como engañamos a los demás. Si
nuestro matrimonio está mal, Él lo sabe.
También sabe cuando sentimos coraje, odio o amargura. Él no se distrae. Es todopoderoso, ¡cómo engañarle! Resulta imposible. Por esta razón, Juan nos dice: si decimos que
tenemos comunión con Él, entonces debemos actuar conforme a Él. De lo contrario, simplemente estamos
mintiendo en lo que decimos.
Este
mensaje tardé mucho en entenderlo y sobre todo en llevarlo por práctica en mi
vida. Poco a poco tuve que ir
reconociendo que estaba mal en creer en un Dios al cual no le obedecía como Él
me lo pedía. Decía una cosa y hacía
otra. Pensaba que podía engañar a
Dios. Pensaba que podía tener una buena
imagen como lo había hecho desde niño y “salirme con la mía”. Así lo hice por varios años. Pero un día no pude seguir con la
hipocresía. Tuve que reconocer que mi
vida debía tener congruencia. Tuve que
aceptar que no podía seguir igual y necesitaba cambiar. Tuve que reconocer las palabras que nos
escribe Juan: decía tener comunión con la luz pero en realidad vivía en la
oscuridad. No tenía que darle cuentas a
nadie. Era entre Dios y yo. Sin embargo, mi decisión también involucraba
a las personas que estaban a mi alrededor pues mis acciones cambiarían.
Es
tiempo de cuestionar lo que dices con lo que haces. Deja de posponer esta decisión. ¿Quién te garantiza levantarte el día de
mañana? Si dices conocer a Dios, que
sean tus acciones las que hablen de ello.
¡Piénsalo y no dejes que pase más tiempo!
Oración
Señor
y Padre Santo: hoy comprendo que yo soy el único que estaba siendo
engañado. No puedo burlarte ni
esconderme. Tú conoces lo que hay en mi
corazón. Tú conoces toda mi vida. Perdona mis pecados. Perdona mi hipocresía. Hoy quiero que mi vida cambie y sea
congruente entre tus principios y mis acciones.
Guíame Señor para dejar de llevar una doble vida y pueda vivir conforme
a tu voluntad. Te lo pido en el nombre
de Jesús. Amén
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