¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él.
He tenido la gran bendición de poder vivir en tres países distintos. Cada uno con sus características únicas. Cosas buenas y malas. Personalmente, me gusta ser como una especie de esponja que absorbe todo lo que veo como bueno mientras que hago a un lado lo que no. También he meditado mucho sobre lo que significa la nacionalidad y el patriotismo. Yo nací en México y trato de entender qué me hace mexicano. Sí, hay tradiciones y costumbres, pero realmente eso no me llena. El hecho de vivir en otro país tampoco me cambia la nacionalidad. Finalmente, dentro de mis pensamientos, llego a una conclusión: no me identifico al cien por ciento con ninguno de los países en los que he podido vivir. ¿Qué tiene que ver esto con el versículo de hoy? Que debemos aprender a buscar en el lugar correcto. No me identifico con ningún país porque no pertenezco a ningún país. Pertenezco al Señor. ¡Soy su hijo! Su reino es mi país. ¡Ser linaje escogido y su pueblo es mi nacionalidad! La palabra nos dice que somos embajadores en esta tierra. Nos dice que somos extranjeros. Esto quiere decir que en ningún lugar nos identificaremos como lo podemos hacer con Cristo. ¡Qué increíble es decir que pertenezco a Su pueblo! Esto realmente me causa orgullo y gozo. Puedo sentir mi deseo de ser parte de esa gran obra. Me encantan los principios y la cultura que promueve Dios. Aquí solo encuentro cosas buenas. ¡No hay ningún contra! Por eso Juan nos dice:
¡pongan atención en el amor tan grande que nos ha dado el Padre al llamarnos sus hijos! ¡Somos hijos de Dios! No hay absolutamente nada mejor que eso. ¡Mejor imposible!
¡pongan atención en el amor tan grande que nos ha dado el Padre al llamarnos sus hijos! ¡Somos hijos de Dios! No hay absolutamente nada mejor que eso. ¡Mejor imposible!
Dios nos ama. Dios quiere tener comunión contigo. Quiere guiarte. Quiere bendecirte. Quiere darle sentido a tu vida. ¿Lo puedes entender? ¿Lo puedes aceptar? Deja de buscar allá afuera. No vas a encontrar nada que pueda llenarte. Solamente Dios puede darte esa “nacionalidad” que sea perfecta. En este mundo no la vas a encontrar. Por eso la biblia nos repite una y otra vez que no pertenecemos a este mundo y que el mundo tiene deseos en contra de los de Dios. Piénsalo. ¿Te sientes parte de este mundo? O ¿te sientes parte del reino de Dios? ¿Te identificas con lo que ofrece el mundo? O ¿te identificas con lo que tiene Dios para aquellos que le siguen? Con Dios no puedo decir que hay cosas malas. Él es perfecto así como su reino. Ser parte de Él ha sido lo mejor que me ha pasado y no quiero volver atrás. Espero que las palabras de Juan: fíjate el gran amor que tiene el Padre al llamarnos sus hijos; permanezcan en tu corazón y puedas ver lo grandes y maravillosas que son. Espero puedas entender que, al ser parte de Él, es normal que choquen tus valores con los de allá afuera. Entiende que al ser parte de Él, el mundo no te conocerá pues tampoco le conocieron a Él.
Oración
Mi Señor: gracias. Tanta gracia y misericordia derramada no merezco. Me permites ser hijo tuyo sin que yo haya hecho nada. ¡Gracias! Te pido mi vida pueda servirte y ser testimonio del amor tan grande que tienes para nosotros. Te doy gracias por permitirme ser parte de tu reino e hijo tuyo. Gracias en Cristo Jesús. Amén
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