Anunciar
el evangelio es lo más increíble que me ha pasado. Poder compartir lo que Dios dice y quiere es
simplemente impresionante. Gracias a
Dios, he podido dar consejos basados en los principios del Señor y lo mejor de
todo, he presenciado cambios inimaginables tanto en personalidad como en
relaciones interpersonales de aquellos que han abrazado el evangelio y dejado
que Dios transforme su vida. Cuando leo
este pasaje, pienso en aquellas personas a las que les he compartido de
Cristo. Son como los pastores. Están haciendo su vida. Se levantan.
Realizan sus actividades. Se van
a dormir. Un día, les anuncias a Cristo
y el mundo se detiene. Es tan poderoso
el mensaje que la gente al principio tiene miedo. Así como los pastores se vieron atemorizados
por la grandeza del Señor, así también pasa hoy en día. Es tanto el poder, la gracia, el amor y todas
las características que tiene nuestro Dios, que simplemente resulta
abrumador. Pero el mensaje no es de
juicio. El mensaje no es de
tristeza. El mensaje no es de señalar ni
criticar. El mensaje es motivo de mucha
alegría. El mensaje es que ha nacido el
Salvador, el Cristo.
¿Sabes? Aunque pareciera algo fácil de entender y
aceptar, mucha gente se queda en el momento abrumador y prefiere hacer caso
omiso al mensaje que se le está dando. Imagina
que los pastores, en lugar de ir y encontrarse con el Cristo, dijeran, bueno,
lo vamos a tener en mente, gracias por la noticia, mientras vamos a seguir con
nuestra labor pues quién cuidará de las ovejas si nos vamos. En cambio, su reacción fue ir al instante a
encontrarse con el Salvador que había nacido.
No dejemos que el tiempo pase sin ir y encontrarnos con el Cristo. Él es más importante que cualquier otra
actividad o plan que tengas. Él dará
sentido a tu vida. Si ya le conoces, qué
esperas para subir otro escalón en tu fe y comprometerte más. Sabemos que el anuncio es de buenas
noticias. Sabemos que Dios nos ama. Entonces, qué esperamos para ir y servirle.
Cada
vez que hablo de Dios, puedo ver en los ojos de las personas cómo el mensaje
penetra a lo más profundo de su ser. Puedo
ver lo poderoso que es el evangelio. Pero
tristemente también puedo ver cómo es soberbio y necio el corazón. Hoy te animo a que dejes a un lado esa
necedad y permitas que el Señor, que en esta época recordamos su nacimiento,
nazca y reine en tu vida. Los pastores
se espantaron por un momento, pero después entendieron que el mensaje era
motivo de gozo. ¿Qué vas a hacer
tú? Espero que vayas y te encuentres con
Él. Deja que nazca en tu corazón y que
tome el trono de tu vida.
Oración
Señor:
hoy vengo a tus pies a pedirte perdón. He
sido necio y soberbio. He escuchado tu
mensaje y entiendo que es motivo de celebración. Yo te pido que tu Hijo sea mi salvador, te
pido que nazca en mi corazón y mis pecados sean perdonados a través del
sacrificio que hizo por mí. Gracias por
este mensaje tan maravilloso y por mostrarme que no debo tener miedo sino
alegría. Guía mi vida Señor conforme a
tu voluntad. En el nombre de
Jesucristo. Amén
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