En efecto, a fin de
llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de
quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la
salvación de ellos.
En los últimos años,
hemos presenciado movimientos de distintos países alzando su voz para exigir un
cambio. Algunas personas
fallecieron. Otras, como los
comerciantes, sufrían mientras la inestabilidad reinaba o, si su negocio se
encontraba donde las manifestaciones y encuentros con militares ocurrían,
simplemente no podían siquiera acercarse.
Imagina el sacrificio. Una de las
novelas más conocidas, Los miserables de Víctor Hugo, habla justamente del
sacrificio que se realiza al buscar mejorar una situación. Hay mucho que perder y muchas veces no
alcanzamos a vivir el cambio. ¿Sabes qué
nos dice el versículo 10 de Hebreos 2?
Que Cristo tuvo que sufrir por cada uno de nosotros para un fin
futuro. Así como los “revolucionarios”
sacrifican su vida para mejorar la de los demás y, de mantener la suya, también
disfrutar de los beneficios de esa batalla, Cristo, siendo Dios, se hizo
hombre. No tenía que hacerse hombre. Podía seguir en el cielo y continuar con los
sacrificios. Pero había un plan
mejor. Un plan que nos demostraría un
amor incondicional. Un amor que
sobrepasa todo entendimiento. Un plan
que nos acercaría un paso más al Creador.
Por ello Cristo se hace hombre.
Cien por ciento hombre. Carne y
hueso. Vino con un propósito en
específico: perfeccionar mediante su sufrimiento nuestra salvación. Dios quiere llevar a muchos hijos al
cielo. ¡Eso es lo que la biblia dice! No quiere castigarnos. No es un Dios autoritario. No es un Dios alejado y desinteresado. Dios es la esencia misma del amor y lo
derrama sin restricción sobre ti y sobre mí.
Son palabras con mucho poder. ¿Lo
puedes entender? Tú y yo no hicimos nada
para merecerlo. Al contrario. Solamente le fallamos y le dimos la
espalda. Sin embargo, Él decidió amarnos
primero y buscarnos constantemente.
Decidió enviar a su Hijo para alcanzarnos y ofrecernos la reconciliación
a través de su muerte y resurrección.
A pesar de tan
increíble amor que se demuestra hacia nosotros, muchas veces preferimos dar la
espalda y seguir nuestro camino. No
queremos entregar nuestra vida o partes de ella. Dudamos.
Pensamos que ya estamos bien.
¿Para qué cambiar? Sin embargo
Cristo sacrificó su vida entera. No pagó
con años de prisión o con algún miembro de su cuerpo. Se entregó por completo por ti. Hagamos lo mismo por Él entregando nuestra
vida sin restricción. Es normal que
dudemos y tengamos miedo. Pero eso no
debe frenar nuestra entrega.
Seguramente conoces
personas que no han aceptado a Cristo.
Ora por ellas y sobre todo, comparte esta noticia. Comparte que Cristo se sacrificó por su vida. Comparte que los ama. No es fácil aceptar que somos pecadores pero
la palabra y gracia de Dios penetran en lo más profundo de nuestro corazón
removiendo absolutamente todo. Así que
comparte su palabra y confía en que Él tocará esos corazones.
Oración
Señor: gracias por el
sacrificio que hizo Jesús. Gracias por
permitirme ser llamado tu hijo. Te pido
perdón porque no he entregado mi vida entera y te he limitado. Hoy vengo a Ti para que tomes control
completo de mí. Sé que tu camino es lo
mejor para mí y no quiero que el miedo y la duda me dejen afuera. Gracias Señor por amarme. Te pido me llenes de tu paz y que pueda vivir
confiado en que Tú estás al frente guiando cada paso que doy. Gracias en Cristo Jesús. Amén
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