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25 jul 2016

Salmos 28:6 Bendito sea el Señor que ha oído mi voz suplicante.

La versión Reina Valera 1960 dice: bendito sea Jehová que oyó la voz de mis ruegos.  En el evangelio de Lucas capítulo 17 encontramos la historia de diez leprosos que salieron al encuentro con Jesús.  Le gritaron desde lejos pues estaba prohibido para ellos acercarse a la ciudad y entrar.  Clamaron pidiendo misericordia.  Jesús, al verlos, les dijo: vayan y muéstrense a los sacerdotes.  Mientras iban de camino, los diez fueron sanados pero solamente uno regresó a Jesús para darle la gloria y las gracias.  ¡Diez enfermos y solamente uno regresó!  ¿Qué pasó con los demás?  Es obvio que se dieron cuenta que habían sido sanados.  Podemos pensar que hicieron como Jesús les dijo y fueron a mostrarse a los sacerdotes.  También podemos suponer que, al darse cuenta de su situación, simplemente salieron felices a “vivir” lo que no habían podido vivir.  Lee el versículo nuevamente.  ¿Sabes qué está diciendo David?  Le está agradeciendo al Señor por haber traído respuesta a sus ruegos.  De cierta manera, está regresando del camino porque fue sanado y necesita dar gloria al que le sanó.  Esto es extremadamente profundo.  ¿Cuántas veces oramos intensamente para que, en el momento en que las cosas se resuelven, nos olvidamos de agradecer a Aquél que escuchó y reaccionó ante nuestras súplicas?  Piénsalo.  ¿De qué lado estás?  Regresas a dar gloria a Dios como el leproso hizo con Cristo o eres como los otros 9 que siguieron de largo y no consideraron importante regresar a dar reconocimiento al que les había sanado.  Somos rápidos para reclamar y muy lentos para agradecer.  Somos rápidos para cuestionar y muy lentos para dejarnos transformar.  Por eso es tan importante leer la biblia y meditar en ella.  No se trata de leer para tener dentro de nuestra lista de pendientes una tarea más que realizamos sino para escuchar a Dios hablar a nuestro corazón y entender cuánto quiere transformarnos.  Un solo versículo que estamos analizando el día de hoy y tiene el poder de remover lo más profundo de nuestro ser.  ¿Eres agradecido o mal agradecido?  ¿Reconoces a Dios sus bendiciones o simplemente te quejas cuando se te quita algo?  Todo, absolutamente todo le pertenece a Jehová.  Es su amor el que nos permite disfrutar de lo que nos da.  No podemos vivir quejándonos.  No podemos vivir enojados.  Debemos vivir agradecidos y dando gloria al Señor en todo momento pero en especial, cuando ha escuchado nuestras súplicas.  ¿Por qué hago énfasis en esto?  Porque así formamos la disciplina de crear un círculo virtuoso donde oramos constantemente, clamamos a Él, pedimos que nos transforme y llene de su paz para poder atravesar cualquier circunstancia para finalmente ver cómo resuelve las cosas de maneras que jamás imaginamos.  ¡Bendito sea el Señor que escucha nuestros ruegos!  ¡Qué bueno es Dios que nos dice claramente que nos escucha!

Oración

Padre: gracias por mostrarme que mi oración no te es indiferente.  Gracias por poner atención a mis palabras y por tener cuidado de mí.  Hoy vengo a darte la gloria por todo lo que has hecho en mi vida.  Gracias por los momentos de bonanza y también por aquellos de pruebas.  Te pido que en mi corazón siempre te reconozca y de la gloria.  Te pido todo esto en el nombre de Jesús.  Amén

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