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14 jul 2016

Salmos 28:1-2 A Ti clamo, Señor, roca mía; no te desentiendas de mí, porque si guardas silencio, ya puedo contarme entre los muertos. Oye mi voz suplicante cuando a Ti acudo en busca de ayuda, cuando tiendo los brazos hacia tu lugar santísimo.

El verbo que se utiliza: clamar, dentro del original qara, también denota un sentimiento de llanto, súplica y grito.  Esto nos ayuda a entender un poco más la desesperación que sentía David.  Recuerda que David no era un personaje de una novela ni mítico sino un hombre como tú y como yo.  Un hombre que su deseo sexual hizo tomar la mujer de alguien más y asesinar al esposo.  Ese mismo David salió al campo de batalla cuando todos estaban aterrados por el gigante Goliat y proclamó la victoria en el nombre de Jehová.  En este momento encontramos a un David desesperado.  Cansado.  Aferrándose a su única razón de vivir y seguir: Jehová.  ¿Sabes?  Por más que la biblia nos enseña una y otra vez la cantidad de altibajos que atravesaremos, cada vez que nos encontramos en un momento difícil, olvidamos todo y pensamos que se nos acaba el mundo.  Se honesto.  Nos angustiamos.  Nos aferramos.  Nos enojamos.  Todo para finalmente doblar nuestras rodillas, permanecer en el suelo humillados porque no podemos hacer nada y llorar al Señor para que escuche nuestras palabras.  Le pedimos a Dios que no guarde silencio.  Le decimos que nos sentimos como muertos cuando no escuchamos sus palabras ni lo vemos actuar.  Abrimos nuestros brazos al cielo y le rogamos que nos escuche.  ¡Qué momentos tan increíbles aquellos que nos hacen desprendernos de todo y ponernos en el lugar que realmente nos corresponde suplicando al Rey de reyes y reconociendo que solamente su voluntad puede hacer que las cosas cambien! 
Se dice que en Estados Unidos, el periodo en el que más personas se volvieron millonarias fue en la peor crisis que existió en los 1930s.  Mientras todos pensaban que eran tiempos malos, otros cuantos vieron las oportunidades que se abrían y compraron todo cuanto pudieron mientras que los demás vendían y vendían.  A mi parecer, la vida espiritual es muy parecida.  En las épocas de crisis es cuando más tesoros hacemos en el cielo.  Es cuando más buscamos a Jehová.  Es cuando más contacto y comunión tenemos con Él.  Es cuando más dispuestos estamos para dejarlo moldearnos y transformarnos.  Es justo en ese momento de crisis donde uno decide: dejo que el pánico tome control sobre mí y “vendo” todo o, por el contrario, entiendo que es tiempo de gran oportunidad y “compro” todo al mejor precio.  ¿Lo puedes entender?  El momento de crisis te arrastra a Cristo.  Te lleva al punto donde tus recursos no son suficientes y no tienes otra opción más que dejar tu vida atrás y voltear a la esperanza que brinda una vida en Jehová.  David lo entendió y lo comparte con nosotros en estas palabras.  Sufriendo.  Clamando.  Entendiendo que no hay otro camino que sea mejor que el obedecer al Señor.  Sin importar que las circunstancias sean adversas, David se mantuvo fiel.  ¿Qué vas a hacer tú?

Oración

Señor: quiero tomar tu camino y dejar el mío atrás.  No hay nada más que pueda hacer y te doy gracias por orillarme a tal punto que entienda cuánta necesidad tengo de Ti.  Gracias por derrumbar mi soberbia y aplastar mi orgullo.  Aunque las cosas no son fáciles, ahora quiero vivir confiado en Ti.  Agradeciendo por lo que Tú permites y pidiendo porque tu paz abunde en mi corazón.  Gracias padre, en el nombre de Cristo Jesús.  Amén.

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