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27 ene 2012

Hechos 17:32-34


Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema.  En ese momento Pablo salió de la reunión.  Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron.  Entre ellos estaba Dionisio, miembro del Areópago, también una mujer llamada Dámaris y otros más.


Para este entonces, Pablo ya había pasado por Antioquía, Filipos, Tesalónica, Berea y ahora en Atenas.  No se aferró a quedarse en Antioquía y tampoco le importó salir de Berea.  Tal vez no le gustó el tenerse que separar de Timoteo y Silas temporalmente en su ida a Atenas pero aún así fue.  ¿Qué pasa con nosotros que no podemos hacer lo mismo?  Nos gusta aferrarnos a lo que tenemos.  Nos gusta acumular y no queremos soltar.  Pensamos que lo que tenemos es nuestro y nos acostumbramos a ello imaginando que nunca lo tendremos que dejar.  No hablo solamente de los bienes materiales.  También pienso en aquellos padres que han perdido algún hijo.  En los cónyuges que han perdido a su perfecta compañía.  En los hijos que han perdido a sus padres.  Pensamos que nuestros seres queridos nos pertenecen.  Pensamos que nuestro trabajo nos pertenece al igual que la salud, tu hogar, e incluso la ciudad en la que habitas.  La verdad es que no es así.  Absolutamente todo le pertenece al Señor.  Tú y yo debemos administrar para su gloria todo lo que nos ha dado.  ¿Piensas que no tienes mucho?  ¿Qué tal dar de tu tiempo para su gloria?  Por el contrario, si tienes mucho, ¿cuánto estás poniendo a los pies del Señor?  ¿Cuántos de nosotros queremos vivir en otro lugar que tenga todo lo que soñamos?  ¿Cuántos deseamos esto y aquello?  Por el contrario, ¿Cuántos de nosotros entendemos que nuestro deber es entregar nuestra vida entera a Cristo y seguirlo sin importar lo que tengamos que dejar atrás?  Imagina que Pablo fuera como tú o como yo por un momento.  ¿Nos hubiéramos cambiado de ciudad tantas veces?  Después de haber sido maltratados y casi muertos por lapidación, ¿Hubiéramos seguido predicando?  Al recibir burlas y señalamientos por hablar de Jesús, ¿Seguiríamos en su camino o lo haríamos más en secreto?  No es fácil.  De hecho, nada fácil.  Tú y yo somos el principal problema.  No nos gusta morir a nosotros mismos.  Hoy vemos los resultados que consiguió Pablo al predicar a Cristo en el areópago: miembros del consejo creyeron y le pidieron que volviera a compartir esas noticias en otra ocasión.  ¿Lo puedes ver?  Las bendiciones y milagros llegan cuando dejamos que Dios se encargue.  Cuando permitimos que transforme nuestra vida y lo dejamos llevarnos de un lado a otro.  Cuando no lo frenamos por quitarnos esto o aquello sabiendo que es lo mejor para nosotros.  ¿Por qué nos quejamos tanto?  Jehová nos prometió tener cuidado de nosotros.  Hoy te animo a que te comprometas con el Señor.  Te animo a que dejes atrás tus miedos y le entregues tu vida sin restricción.  ¿Qué te parece?
Oración
Señor: entiendo que me he quejado y he cuestionado tus planes constantemente.  Entiendo que lo único que he hecho con mis actitudes es perderme de tus bendiciones.  Hoy te pido que pueda morir a mi mismo confiando en tu amor y cuidado.  Te pido que mi vida sea un canal de bendición para los demás.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén 

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