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2 oct 2012

Gálatas 4:12-14


Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros.  Ningún agravio me habéis hecho.  Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como aun ángel de Dios, como a Cristo Jesús.  



Aceptar mi necesidad de Dios ha sido una de las mejores decisiones de mi vida.  Pero la mejor de todas es haberme comprometido a obedecer su palabra y entregar el trono de mi vida para que fuera ocupado por Cristo.  Mi vida no ha sido perfecta desde entonces.  He pasado por momentos difíciles y complicados donde no entendía el plan del Señor.  Como todos, he estado en distintos altibajos.  Pero, sin importar la situación, siempre he buscado permanecer en el Señor y definitivamente me ha llenado de su paz, su amor y su consuelo.  Incluso en aquellos momentos en los que he sentido que Dios “no está cerca” he podido entender que yo soy el que está volteando hacia el lado contrario.
Los versículos de hoy nos dicen que, gracias a que los gálatas no le tomaron en cuenta a Pablo su enfermedad, pudieron recibir el evangelio.  Exactamente no sabemos qué tenía, pues solamente ellos estuvieron ahí y no se nos dice más al respecto, pero lo que sí podemos entender son las bendiciones que llegaron a ellos por haber hecho a un lado la enfermedad de Pablo.  Como bien dice el dicho: las apariencias engañan.  De haber hecho caso a la enfermedad, ¡No hubieran recibido el evangelio!  ¡No hubieran escuchado de Cristo ni de la reconciliación que ofrece!  En otras palabras, habrían dejado pasar la mejor decisión de sus vidas.  Pero no fue así.  Recibieron a Pablo y el evangelio les fue predicado.  En la nueva versión internacional, nos dice que la prueba más bien fue para los gálatas al tener que decidir entre aceptar o rechazar a Pablo y esto es justamente lo que debemos aprender.  Lo que vemos nos confunde del camino de Dios.  No nos ayuda a caminar bajo la sombra de la fe.  Al contrario, nos estorba constantemente.  Así como una persona que está impedida de su visión, desarrolla nuevas habilidades con sus otros sentidos, nosotros debemos desarrollar nuestro “sentido” de la fe.  No dejes que aquello que puedes ver cambie tu perspectiva de las cosas y te quite la mirada que debe estar puesta exclusivamente en las cosas de Dios.  Los gálatas recibieron a Pablo por dos razones principalmente: la primera, porque no tuvieron nada de que juzgarlo o criticarlo.  La segunda, porque escogieron servir por encima de ser servidos.  Estos principios deben de estar guardados en tu mente y en tu corazón.  No podemos juzgar.  No podemos señalar.  No podemos decidir a quién hablamos y a quién no.  Debemos entender que Dios utiliza a las personas para enseñarnos y trae bendiciones con ello.  Piensa en esto: quiénes somos para decidir quién nos va a traer enseñanza y quién no.  Seamos sencillos.  Amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos y dejemos atrás la costumbre de señalar.  Por otro lado, el servir debe ser parte de tu día a día.  No solo con tu familia o seres queridos.  Recuerda que los gálatas sirvieron a Pablo a pesar de su enfermedad.  Así, tú y yo, tenemos que servir a nuestro prójimo a pesar de todos lo pretextos que ponemos.  Como dije anteriormente, Cristo es lo mejor que pudo pasar en mi vida.  No me gustaría perderme de sus bendiciones por no tener mi corazón y mi mente en línea con Él.  El orgullo y el juzgar nos separan de Su camino.  Depende de ti el decidir.
Oración
Padre Santo: cuánto te agradezco lo que haces por mí.  Gracias por darme salud, vida, bendiciones que definitivamente no merezco.  Gracias por amarme y perdonarme.  Yo te pido mi Dios que pueda servir y no juzgar como lo hicieron los gálatas.  Permite que mi vida sea conforme a tu voluntad.  Renueva mis pensamientos.  Renueva mi corazón.  Te lo pido en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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