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31 oct 2012

Gálatas 5:13-15


Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones.  Más bien sírvanse unos a otros con amor.  En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo.  Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.



Con estas palabras, Pablo encierra sus propuestas anteriores.  La libertad a la que hace referencia es espiritual.  Venimos de aprender sobre la circuncisión, la ley y cómo Jesús vino a librarnos de la ley.  Ya no tenemos que hacer sacrificios, hacer o dejar de hacer ciertas tradiciones para poder ir al cielo a la presencia de Dios.  Debemos abrazar el regalo que Cristo nos dejó a través de su muerte y vivir a través de sus principios.  ¿Cuáles son esos principios?  Amar a Dios sobre todas las cosas.  Incluyéndote a ti mismo.  Y amar a tu prójimo como a ti mismo.  De aquí se deriva todo tipo de comportamiento y acción que pudieras tomar.  Siempre que te encuentres en una disyuntiva puedes pensar: ¿Agrada a Dios?  ¿Estoy afectando a mi prójimo?  Si eres honesto, realmente podrás contestar cualquier situación con estas dos premisas en mente.
Ahora, regresando a la libertad.  Existen dos tipos de libertad: la física y la espiritual.  A la que Pablo hace referencia es la espiritual.  Hemos sido llamados a ser libres.    Dejamos de ser esclavos a la ley y somos libres en Cristo.  Pero también tenemos la libertad física.  1Corintios 10:23 nos dice que todo nos es lícito mas no todo nos conviene ni todo edifica.  Esto rompe con cualquier esquema de aquellos que catalogan a Dios como autoritario.  Él nos ha dado libertad física.  Nos deja hacer lo que queramos.  Si bien, tenemos esa libertad extraordinaria, dentro de su amor, no quiere que nos perdamos y suframos las consecuencias de darle la espalda al desperdiciar esa libertad.  La gente se pregunta, cómo es posible que Dios permita esto o aquello.  La verdad es que toda injusticia se deriva de nuestra falta de acercamiento a Jehová y por consecuencia vemos la carencia de amor hacia nuestro prójimo.  ¿Cómo hay hambre y carencias en un lado mientras por el otro hay abundancia y desperdicio?  Simplemente porque el amor al prójimo es nulo.  Por esta razón Pablo nos exhorta a obedecer en el mandamiento que Jesús dejó: utilicen esa libertad para servirse los unos a otros con amor.  Ojo, esa misma libertad puede ser utilizada para morder, devorar y destruir.  Así que, pon atención a lo que haces con tu libertad.  Amar a tu prójimo no significa no meterte con nadie y “respetar”.  Amar a tu prójimo va mucho más allá.  Dios nos conoce tan bien que dejó muy claro cómo debe ser el amor al prójimo: como si fueras tú mismo.  ¿Podrías ser grosero contigo mismo?  ¿Te gritarías?  ¿Te ignorarías?  ¿Dejarías de perdonarte?  ¿Te harías a un lado en lugar de ayudarte?  ¿Te gustaría que te ayudaran cuando tuvieras alguna necesidad?  Abramos los ojos, pero sobre todo, abramos el corazón.  Dejemos la frialdad y la indiferencia a un lado para poder comenzar a amar a nuestro prójimo.  No para ser buenas personas.  No para sentirnos bien con nosotros mismos.  Hagámoslo porque Dios nos amó primero sin merecerlo.  Hagámoslo porque vivimos agradecidos y gozosos con las bendiciones que Él nos ha dado y queremos compartirlas.  ¡Eso es saber utilizar la libertad que tenemos en Cristo!

Oración
Señor y Padre Todopoderoso: cuántas gracias te doy por tu palabra y por permitirme leerla y estudiarla libremente.  Gracias porque no sufro persecución ni angustia mientras te confieso y aprendo de Ti.  Hoy quiero pedirte que pongas en mi corazón el amor correcto hacia mi prójimo.  El amor que proviene solamente de Ti que no busca nada a cambio.  Ayúdame a vivir amándote sobre todas las cosas y amando a mi prójimo tal y como Tú lo pides.  Ayúdame a utilizar la libertad que me has dado para servirte y glorificarte.  No permitas que desperdicie ni minimice tan grande regalo.  Gracias mi Señor.  En Cristo Jesús.  Amén 

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