Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros.
Con estas palabras, Pablo encierra sus propuestas anteriores. La libertad a la que hace referencia es espiritual. Venimos de aprender sobre la circuncisión, la ley y cómo Jesús vino a librarnos de la ley. Ya no tenemos que hacer sacrificios, hacer o dejar de hacer ciertas tradiciones para poder ir al cielo a la presencia de Dios. Debemos abrazar el regalo que Cristo nos dejó a través de su muerte y vivir a través de sus principios. ¿Cuáles son esos principios? Amar a Dios sobre todas las cosas. Incluyéndote a ti mismo. Y amar a tu prójimo como a ti mismo. De aquí se deriva todo tipo de comportamiento y acción que pudieras tomar. Siempre que te encuentres en una disyuntiva puedes pensar: ¿Agrada a Dios? ¿Estoy afectando a mi prójimo? Si eres honesto, realmente podrás contestar cualquier situación con estas dos premisas en mente.
Ahora, regresando a la libertad. Existen dos tipos de libertad: la física y la espiritual. A la que Pablo hace referencia es la espiritual. Hemos sido llamados a ser libres. Dejamos de ser esclavos a la ley y somos libres en Cristo. Pero también tenemos la libertad física. 1Corintios 10:23 nos dice que todo nos es lícito mas no todo nos conviene ni todo edifica. Esto rompe con cualquier esquema de aquellos que catalogan a Dios como autoritario. Él nos ha dado libertad física. Nos deja hacer lo que queramos. Si bien, tenemos esa libertad extraordinaria, dentro de su amor, no quiere que nos perdamos y suframos las consecuencias de darle la espalda al desperdiciar esa libertad. La gente se pregunta, cómo es posible que Dios permita esto o aquello. La verdad es que toda injusticia se deriva de nuestra falta de acercamiento a Jehová y por consecuencia vemos la carencia de amor hacia nuestro prójimo. ¿Cómo hay hambre y carencias en un lado mientras por el otro hay abundancia y desperdicio? Simplemente porque el amor al prójimo es nulo. Por esta razón Pablo nos exhorta a obedecer en el mandamiento que Jesús dejó: utilicen esa libertad para servirse los unos a otros con amor. Ojo, esa misma libertad puede ser utilizada para morder, devorar y destruir. Así que, pon atención a lo que haces con tu libertad. Amar a tu prójimo no significa no meterte con nadie y “respetar”. Amar a tu prójimo va mucho más allá. Dios nos conoce tan bien que dejó muy claro cómo debe ser el amor al prójimo: como si fueras tú mismo. ¿Podrías ser grosero contigo mismo? ¿Te gritarías? ¿Te ignorarías? ¿Dejarías de perdonarte? ¿Te harías a un lado en lugar de ayudarte? ¿Te gustaría que te ayudaran cuando tuvieras alguna necesidad? Abramos los ojos, pero sobre todo, abramos el corazón. Dejemos la frialdad y la indiferencia a un lado para poder comenzar a amar a nuestro prójimo. No para ser buenas personas. No para sentirnos bien con nosotros mismos. Hagámoslo porque Dios nos amó primero sin merecerlo. Hagámoslo porque vivimos agradecidos y gozosos con las bendiciones que Él nos ha dado y queremos compartirlas. ¡Eso es saber utilizar la libertad que tenemos en Cristo!
Oración
Señor y Padre Todopoderoso: cuántas gracias te doy por tu palabra y por permitirme leerla y estudiarla libremente. Gracias porque no sufro persecución ni angustia mientras te confieso y aprendo de Ti. Hoy quiero pedirte que pongas en mi corazón el amor correcto hacia mi prójimo. El amor que proviene solamente de Ti que no busca nada a cambio. Ayúdame a vivir amándote sobre todas las cosas y amando a mi prójimo tal y como Tú lo pides. Ayúdame a utilizar la libertad que me has dado para servirte y glorificarte. No permitas que desperdicie ni minimice tan grande regalo. Gracias mi Señor. En Cristo Jesús. Amén
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