Escucha, oh Jehová, mis
palabras; considera mi gemir. Está
atento a la voz de mi clamor, rey mío y Dios mío, porque a Ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana
me presentaré delante de ti, y esperaré.
Personalmente he tenido dos
etapas en mi vida como seguidor de Cristo.
La primera fue cuando, en su misericordia, le conocí y entendí que le
necesitaba. Aprendí de la biblia y me
hacia sentido todo lo que decía. Algunas
cosas las hacía y otras pensaba que no eran tan relevantes o que las podía
cambiar o trabajar después. El tiempo
pasó y no solo no trabajé en ello sino que empeoró. No estoy diciendo que me fui de un extremo a
otro pero poco a poco noté que se me complicaba poder vivir en congruencia entre
lo que creía y lo que hacía. La segunda
etapa llegó cuando entendí que no podía llevar una doble vida. Si decía creer en Dios, tenía que obedecerle
al cien por ciento. Tenía que dejar de
poner pretextos. Tenía que dejar de
utilizarlo para los momentos en que estaba atrapado y olvidarlo cuando todo iba
viento en popa. ¡Gracias a Dios por ese
momento! Gracias a Dios por la
oportunidad de entregar mi vida a Él tal cual me lo pide. Obviamente sigo teniendo muchísimas cosas que
trabajar pero mi prioridad ahora es Cristo.
Pienso que, gracias a esta entrega y compromiso, puedo entender las
palabras de David en este Salmo: de mañana oirás mi voz y me presentaré delante
de Ti y esperaré. No voy a esperar a que
no pueda más. No voy a recurrir a mis
ideas o mis contactos y mis fuerzas. No
voy a dejar que pase el día sin hacer nada al respecto. No. En
la mañana. A penas comience el día. Voy a venir a Ti, a abrirte mi corazón y a
esperar confiado. ¡Eso es vivir en
congruencia con lo que se cree! ¿Cuántos
están diciendo de Dios y memorizando versículos pero cuando llega la prueba lo
último que hacen es acudir a Él?
¿Cuántos están como yo lo estaba en mi primera etapa? Simplemente aprendiendo pero no entregando
realmente su vida al Señor. ¿Estás en ese
lugar? ¡Sal de ahí! La misma biblia nos dice que es mejor ser
frío o caliente pero no tibio. Lo que
sea que traigas en la cabeza y que no sepas qué hacer, díselo al Señor. Pide que escuche lo que quieres decirle y
clama a Él a primera hora del día. No puedes
estar a la mitad todo el tiempo y tampoco te recomiendo esperes hasta que te
encuentres entre la espada y la pared para realmente decidir por Cristo. Hoy. Ahora. Toma el compromiso de cada día levantarte y
entregar tu día al Señor. Cada día
confesar tus pecados y abrirle todo lo que está en tu mente y tu corazón. Y lo más importante de todo, después de todo
esto, aprender a esperar a que Dios se encargue de tu vida y acomode todo a Su
tiempo y a Su manera.
Oración
Padre: heme aquí. Mi corazón y mi vida abierta. Confesándote mis pecados y arrepintiéndome de
ellos. No quiero llevar una doble
vida. No quiero venir a Ti solamente cuando
ya no puedo más. Quiero que mi vida
siempre sea congruente entre lo que dice tu palabra y lo que hago cada día. Quiero aprender a venir a Ti cada mañana y
esperar. Gracias Señor por tu amor y
misericordia que derramas sobre mí. En el
nombre de Jesús. Amén
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