La biblia nos dice en romanos 10:9
que para ser salvo (ir al cielo) uno debe confesar con su boca que Jesús es el
Señor y creer en su corazón que Dios le levantó de los muertos. Si Dios lo sabe todo, ¿qué necesidad hay de
confesarlo con la boca? Piénsalo. Una parte es confesar con la boca mientras
que la otra es creer en tu corazón. ¿Por
qué? Piensa en esto: ahora que ha habido
elecciones en distintos países y están por ocurrir en Estados Unidos, la gente
dice (o confiesa): yo apoyo a tal o cual candidato. Una vez elegidos. Si alguien les cuestiona sobre ese candidato
(ahora electo) y su desempeño, de cierta manera son copartícipes de su éxito o
fracaso y tendrán que responder por lo que están haciendo. Si uno se equivoca al escoger pues tendrá que
reconocerlo y confesar nuevamente que debió haber escogido de forma
distinta. Pero ¿cómo funciona con el
Señor? Cuando uno confiesa que cree en
Él, ya no se puede regresar. Públicamente
se ha declarado que uno reconoce a Cristo como Señor de su vida y se complementa
con la parte interna creyendo en el corazón que fue levantado de los muertos. Confesando.
Públicamente tomando una posición sin poderse retractar porque Cristo es
perfecto y nunca cometió ningún error ni pecado. Y bien, si juntamos este principio con el
ejemplo de las palabra de David el día de hoy podemos entender lo siguiente:
David había confesado en repetidas ocasiones su fe en Jehová. Así venció a Goliat y así fue ungido para ser
rey. Sin embargo, las circunstancias
cambiaron. Había mucha adversidad y lo
querían asesinar. Él tenía dos opciones:
negar su confesión acerca de Jehová y buscar una solución como se la pedía la
gente que le rodeaba o, dejar que el Señor abriera caminos donde no había y
confirmar, con acciones, que su confesión acerca de Él, era pura y real. ¡Por eso clama al Señor! ¡Por eso pide que se compadezca de él! ¡Por eso busca su rostro! Coloquialmente, David no diversificó su
riesgo y puso “todos los huevos en una canasta”. Esa canasta es Jehová. No tenía otra opción más que confiar y seguir
caminando por el camino que había confesado.
¿Lo puedes entender? Es extremadamente
profundo y transforma nuestras vidas. El
clamor a Jehová llega porque no quiere echarse atrás. La búsqueda del rostro de Dios viene porque
sabe que no hay mejor camino pero su carne lo traiciona. Uno puede votar por otra persona y después
arrepentirse y reconocer su error pero cuando “votamos” por Cristo no hay
marcha atrás pues Él jamás se equivoca.
¿Te das cuenta? Ahora, cuando te
encuentras en problemas y no sabes qué hacer, no vas a regresar a tus impulsos
ni tus reacciones normales pues ahora sabes que hay otro camino: Dios. Cuando te encuentras en encrucijadas, debes
recordar este pasaje de David clamando, buscando y pidiendo compasión. No vuelvas atrás. Por eso Dios nos pide que confesemos con
nuestra boca. No porque no sepa lo que
pasa sino para que nosotros entendamos el compromiso que representa ser hijos
de Dios.
Oración
Padre: no quiero volver atrás. No quiero que de mi boca salga alabanza para
nadie más que para Ti. Clamo a Ti. Busco tu rostro y pido te compadezcas de mí
pues en repetidas ocasiones hago lo que no debo y no quiero apartarme de Ti. Abre caminos para que no comprometa mi
integridad hacia Ti. Líbrame de las
tentaciones y fortalece mi fe para que los demás vean la esperanza tan hermosa
y perfecta que hay en Ti. Te lo pido en
el nombre de Cristo Jesús. Amén.
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