Efectivamente, si ese primer pacto hubiera
sido perfecto, no habría lugar para un segundo pacto. Pero Dios, reprochándoles sus defectos dijo: Llegará el
tiempo, dice el Señor, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con
la casa de Judá. No será como el pacto
que hico con sus antepasados el día en que los tomé de la mano para sacarlos de
Egipto, porque ellos no permanecieron fieles a mi pacto y yo los abandoné, dice
el Señor.
El primer pacto involucraba hombres que
servían como sacerdotes y animales que, siendo inocentes, pagaban por nuestros
pecados. El segundo pacto involucró a
Dios hecho hombre. Al unigénito
convirtiéndose en el cordero que sería sacrificado y además en el sacerdote que
intercedería por nosotros. El pacto en
el que los hombres tienen parte era imperfecto y por ello es reemplazado por
uno perfecto. ¿Qué nos dice este pasaje? Que la perfección no está en nosotros sino en
Cristo. Cuando leemos filipenses y se
nos dice: todo lo puedo en Cristo que me fortalece, es justamente la expresión
perfecta de lo que aprendemos con este segundo pacto. Él es la roca. Él es la fuerza. Él es nuestro todo. Pero a nosotros nos gusta llevar la contraria
y hacemos caso omiso a esto. Pensamos
que sí podemos o que no necesitamos a Dios en todo lo que concierne nuestra
vida. No nos damos cuenta de lo
imperfectos que somos y de nuestra necesidad de acudir al Señor para poder
llegar a la perfección. Piénsalo. ¿Cuántas veces acudiste a Jehová porque era
tu último recurso? En lugar de que Dios
sea nuestra primera opción, lo dejamos al último pensando que nosotros
podemos. “Yo sí puedo”. ¿De verdad lo crees? Si algo he aprendido, no solo por experiencia
personal, es que nuestro Señor se encarga de derrumbar esa frase a la
perfección. Nos demuestra fácilmente lo
equivocados que estamos al pensar que sí podemos. Debemos entender que por eso se realizó un
segundo pacto. Uno que es perfecto y
anula nuestra imperfección. Lo que
nosotros hagamos por nuestra cuenta, siempre será imperfecto. Por el contrario, todo lo que hagamos en
comunión con Dios, será perfecto. ¿Qué
necesidad de estar cayendo tanto? ¿Qué
necesidad de tocar fondo? ¿No podemos
aprender antes de tener que sufrir las consecuencias de nuestras malas
decisiones? Los israelitas fueron
liberados de la opresión egipcia y, a pesar de semejante milagro, dieron la
espalda al Señor. ¡No caigamos en el
mismo error! Reconozcamos nuestra
imperfección. Mejor aún. Reconozcamos que Jehová nos ama y quiere
llenarnos de bendiciones. Su palabra y
consejo es perfecto. Nuestras decisiones
y sabiduría son imperfectos. ¿Por qué
seguir obstinados en nuestras formas? Pienso
que Dios constantemente nos quiere recordar su perfección y amor contra nuestra
imperfección y orgullo. ¿Para qué luchar
tanto? Mejor reconozcamos su
superioridad y sobre todo infinito amor y aprendamos a depender de Él.
Oración
Padre: gracias por mandar a Jesús y realizar
este nuevo pacto. Te pido perdones mis
pecados. Ya no quiero seguir luchando
contra Ti sino dejarte dirigir mi vida. Hoy
entiendo que tu camino es mejor que el mío y no tiene sentido obstinarme en mis
deseos. Renueva mi corazón y pon en mí
el deseo de seguirte siempre. Te lo pido
en el nombre de Jesús. Amén
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