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16 may 2014

Hebreos 8:7-9

Efectivamente, si ese primer pacto hubiera sido perfecto, no habría lugar para un segundo pacto.  Pero Dios, reprochándoles sus defectos dijo: Llegará el tiempo, dice el Señor, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  No será como el pacto que hico con sus antepasados el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, porque ellos no permanecieron fieles a mi pacto y yo los abandoné, dice el Señor.  



El primer pacto involucraba hombres que servían como sacerdotes y animales que, siendo inocentes, pagaban por nuestros pecados.  El segundo pacto involucró a Dios hecho hombre.  Al unigénito convirtiéndose en el cordero que sería sacrificado y además en el sacerdote que intercedería por nosotros.  El pacto en el que los hombres tienen parte era imperfecto y por ello es reemplazado por uno perfecto.  ¿Qué nos dice este pasaje?  Que la perfección no está en nosotros sino en Cristo.  Cuando leemos filipenses y se nos dice: todo lo puedo en Cristo que me fortalece, es justamente la expresión perfecta de lo que aprendemos con este segundo pacto.  Él es la roca.  Él es la fuerza.  Él es nuestro todo.  Pero a nosotros nos gusta llevar la contraria y hacemos caso omiso a esto.  Pensamos que sí podemos o que no necesitamos a Dios en todo lo que concierne nuestra vida.  No nos damos cuenta de lo imperfectos que somos y de nuestra necesidad de acudir al Señor para poder llegar a la perfección.  Piénsalo.  ¿Cuántas veces acudiste a Jehová porque era tu último recurso?  En lugar de que Dios sea nuestra primera opción, lo dejamos al último pensando que nosotros podemos.  “Yo sí puedo”.  ¿De verdad lo crees?  Si algo he aprendido, no solo por experiencia personal, es que nuestro Señor se encarga de derrumbar esa frase a la perfección.  Nos demuestra fácilmente lo equivocados que estamos al pensar que sí podemos.  Debemos entender que por eso se realizó un segundo pacto.  Uno que es perfecto y anula nuestra imperfección.  Lo que nosotros hagamos por nuestra cuenta, siempre será imperfecto.  Por el contrario, todo lo que hagamos en comunión con Dios, será perfecto.  ¿Qué necesidad de estar cayendo tanto?  ¿Qué necesidad de tocar fondo?  ¿No podemos aprender antes de tener que sufrir las consecuencias de nuestras malas decisiones?  Los israelitas fueron liberados de la opresión egipcia y, a pesar de semejante milagro, dieron la espalda al Señor.  ¡No caigamos en el mismo error!  Reconozcamos nuestra imperfección.  Mejor aún.  Reconozcamos que Jehová nos ama y quiere llenarnos de bendiciones.  Su palabra y consejo es perfecto.  Nuestras decisiones y sabiduría son imperfectos.  ¿Por qué seguir obstinados en nuestras formas?  Pienso que Dios constantemente nos quiere recordar su perfección y amor contra nuestra imperfección y orgullo.  ¿Para qué luchar tanto?  Mejor reconozcamos su superioridad y sobre todo infinito amor y aprendamos a depender de Él.

Oración

Padre: gracias por mandar a Jesús y realizar este nuevo pacto.  Te pido perdones mis pecados.  Ya no quiero seguir luchando contra Ti sino dejarte dirigir mi vida.  Hoy entiendo que tu camino es mejor que el mío y no tiene sentido obstinarme en mis deseos.  Renueva mi corazón y pon en mí el deseo de seguirte siempre.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén

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