Ahora bien, el primer pacto tenía sus normas para el culto, y un
santuario terrenal. En efecto se
habilitó un tabernáculo de tal modo que en su primera parte, llamada el Lugar
Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados. Tras la segunda cortina estaba la parte
llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro para el incienso y el
arca del pacto, toda recubierta de oro.
Dentro del arca había una urna de oro que contenía el maná, la vara de
Aarón que había retoñado, y las tablas del pacto. Encima del arca estaban los querubines de la
gloria, que cubrían con su sombra el lugar de la expiación. Pero ahora no se puede hablar de eso en
detalle. Así dispuestas todas estas
cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte del tabernáculo
para celebrar el culto. Pero en la
segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y sólo una vez al año,
provisto siempre de sangre que ofrece por sí mismo y por los pecados de
ignorancia cometidos por el pueblo. Con
esto el Espíritu Santo da a entender que, mientras siga en pie el primer
tabernáculo, aún no se habrá revelado el camino que conduce al Lugar
Santísimo. Esto nos ilustra hoy día que
las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no tienen poder alguno para
perfeccionar la conciencia de los que celebran ese culto. No se trata más que de reglas externas
relacionadas con alimentos, bebidas y diversas ceremonias de purificación,
válidas sólo hasta el tiempo señalado para reformarlo todo.
Satanás, como lo he dicho en repetidas ocasiones, es sumamente
inteligente. Nos confunde y sutilmente
aparta de Dios. Ahora la tendencia es
predicar a un dios de amor, amor y solamente amor. ¡Por supuesto que Dios es amor! ¡Es la esencia misma del amor! Nadie puede amar si no le conoce. De ahí el engaño tan perfecto y sutil de
Satanás. ¿Cómo? Tratando de hacernos pensar en el amor y
olvidar que es precisamente ese amor el que llevó a la entrega y sacrificio del
Unigénito. Si lees con atención el pasaje,
te darás cuenta del ritual que se seguía para el perdón de los pecados. Se ofrecían los panes consagrados y para
entrar al lugar santísimo, el mismo sacerdote debía ofrecer sacrificio por sus
propios pecados y por los del pueblo.
¿Qué quiero decir entonces? Que
la biblia nos habla de nuestra naturaleza pecaminosa y la importancia de
reconocer a nuestro Redentor. El
evangelio es la esperanza de poder ser redimidos una vez y para siempre por el
sacrificio perfecto de Cristo. Mientras
tanto, Satanás quiere promover un evangelio de un dios que es nuestro amigo y
nos ama y todos somos felices. La biblia
nos dice que no hay una sola persona que sea justa y sin pecado. Nos dice que el pecado se paga con la
muerte. Nos dice que hay un cielo y un
infierno. Nos dice que el enemigo acecha
como un león queriéndonos devorar. ¡De
ahí la importancia del sacrificio de Cristo!
Por otro lado, Satanás nos confunde al pensar que todo es amor. Que debemos amarnos a nosotros mismos. Debemos perdonarnos a nosotros mismos. Debemos aceptarnos. ¿Te suena familiar esta teoría? ¡Por supuesto! Es lo que el mundo promueve. ¿Quieres estar bien? Necesitas amarte. Necesitas aceptarte. ¡Error!
Ese es el diablo queriendo confundirte.
¿Cómo lo sé? Porque la biblia dice
lo contrario. La biblia nos dice que
debemos morir a nosotros mismos. Dice
que nuestro corazón es perverso. Dice que
el pecado mora en nosotros. ¿Cómo
amarnos siendo lo que somos? ¡Por eso
hay tanto problema en el mundo! Amamos lo
equivocado. Mientras que el Señor nos
puso el camino para entender nuestra situación, desde antes de Cristo a través
del tabernáculo y después con el sacrificio de Jesús, nosotros seguimos
buscando equivocadamente. El tabernáculo
representaba perfectamente lo que somos y lo que el pecado causa en nosotros y
nuestra comunión con Dios. El Señor
siempre ha sido muy claro con respecto a nuestro pecado. El pasaje de hoy nos recuerda que desde el
principio, hemos tenido la necesidad de ser perdonados por nuestros
pecados. No dejemos que el enemigo nos
confunda y haga pensar que el pecado no existe y que Dios es solamente
amor. No olvidemos el sacrificio que
hizo y el gran problema que es el pecado.
Dios ama a todos. Sin embargo,
aquellos que no le reconozcan no entrarán con Él en el cielo. Piénsalo.
Oración
Padre: hoy entiendo la gravedad de mi pecado y el enorme sacrificio que
se realizó para pagar por lo que yo merecía pagar. Te pido perdón y sobre todo, que siempre
guarde en mi corazón lo que hiciste por mí.
Permite que mi vida de testimonio de lo que has hecho por mí y de luz a
los que siguen en oscuridad. Gracias por
tanta misericordia. Gracias en Cristo
Jesús. Amén
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