Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que
ninguna raíz de amargura brote y cause dificultades y corrompa a muchos; y de
que nadie sea inmoral ni profano como Esaú, quien por un solo plato de comida
vendió sus derechos de hijo mayor.
Después, como ya saben, cuando quiso heredar esa bendición, fue
rechazado: No se le dio lugar para el arrepentimiento, aunque con lágrimas
buscó la bendición.
De cierta manera, conforme crecemos,
aprendemos a ver por nosotros mismos y dejamos en segundo plano a los
demás. Tiene sentido si lo vemos desde
el punto de vista humano. Nadie va a ver
por lo tuyo como tú mismo. Nadie se va a
preocupar porque estén bien tus asuntos más que tú. Dice el dicho: el que tiene tienda que la
atienda. ¿Por qué? Porque la gente solamente ve por sus propios
intereses y nosotros debemos ver por los nuestros. Pero Dios nos enseña algo distinto el día de
hoy. Nos enseña a velar porque la gracia
llegue a todos y no se estanque en nosotros.
Nos instruye a dejar de pensar solo en nosotros y preocuparnos por
nuestro prójimo. En el versículo 14 nos
enseñaron a buscar la paz con todos y en el 15 a asegurarnos de ser un canal
para que la gracia fluya y no impidamos que llegue a nuestro prójimo. Ahora, Dios, en su sabiduría absoluta, nos da
las herramientas para lograrlo. Nos
dice: no dejen que brote ninguna raíz de amargura y cause dificultades
corrompiendo a muchos. La real academia
española define amargura como una aflicción o algún disgusto. En otras palabras, no dejes que ninguna
aflicción o algún conflicto se queden guardados en tu corazón (echen raíz) sino
que entrégalos a Cristo para que sea su gracia y no tu enojo, coraje o rencor
los que abunden en tu corazón. No es
fácil. El pensar en los demás no implica
que vayan a estar agradecidos con lo que haces.
Por eso es importante hacerlo para agradar a Dios y obedecerlo. No busques agradar a las personas. A la única persona que debes agradar es a
Dios. Leíste bien. No a tus padres. No a tu pareja. No a tus hijos. A Dios.
De ahí se deriva el amor correcto a todos los que te rodean. Por eso, busca agradar al Señor sin importar
lo que los demás piensen o hagan y serás un extraordinario canal de bendiciones.
Los versículos siguientes (16 y 17) nos dan
la oportunidad de interpretar también esa gracia como la salvación que ofrece
Cristo y cómo podemos despreciarla como lo hizo Esaú con la primogenitura. Por más que intentó recuperarla, ya era
demasiado tarde. Así también sucede con
la salvación y perdón de nuestros pecados.
Por más que la gente quiera arrepentirse, solamente lo puede hacer en un
tiempo determinado: mientras vive. Al
morir, nuestro tiempo se acabó.
Entonces, el pasaje nos enseña a buscar que todos aquellos que nos
rodean conozcan y reconozcan al Señor.
Nos motiva a no dejar que se pierdan.
Que nada se interponga entre nosotros y ellos para compartir la gracia
de Cristo que les permitirá alcanzar la salvación. Piensa en cada oportunidad que has tenido
para hablar de Cristo y no lo has hecho por cualquier motivo. Debes entender que estás entorpeciendo la
voluntad de Dios. ¡Compártelo! No permitas que la gente se pierda y se vaya
a una eternidad de castigo.
Oración
Padre: te pido que des dirección a mi
vida. He pensado solamente en mis cosas,
en mis asuntos y no me he preocupado por mi prójimo. Hoy entiendo que debo amarlo, procurarlo y buscarlo
para que te conozca y no se pierda. Hoy
entiendo que quieres utilizarme para que tu gracia alcance a cada uno de los
que me rodea. Te pido transformes mi
corazón para que seas Tú quien brille y yo quede atrás. Te pido me llenes de tu amor y gracia para
que la gente pueda verte a través de mis actos.
Te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén
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