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24 nov 2014

Hebreos 13:3

Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren. 



Como ya he escrito anteriormente, mientras viví en México tuve la oportunidad de iniciar, junto con otros hermanos, un ministerio en el que visitábamos a los presos en el reclusorio sur.  Había ya un grupo que creía en Cristo e hicimos una conexión increíble.  ¿Alguna vez me imaginé abrazando a un delincuente?  ¡Jamás!  ¿Alguna vez pensé que podría pasar tiempo con alguien que ha cometido un daño?  ¡Por supuesto que no!  Sin embargo Dios es increíble y verdaderamente hace milagros.  Solamente Él puede transformar una vida que estaba totalmente acabada y restaurarla para darle una nueva esperanza.  Hoy puedo decirte que recibía más bendición yo de la que podía llevar.  Salía pleno.  Emocionado.  Feliz.  Lo irónico es que había estado en el lugar más horroroso que pudiera imaginar.  Lo único que te puedo decir para describirlo es que salía mentalmente exhausto. 
Tristemente, hay una gran probabilidad de que conozcas a alguien que, haya estado, esté o estará en la cárcel.  Así que no olvides este pasaje.  Además, independientemente de que algún conocido atraviese una situación como esta, si tienes la oportunidad de ayudar a alguien en estas condiciones, por favor no lo dudes y hazlo inmediatamente.  Hay mucha necesidad y poca gente dispuesta a ayudar.  No caigas en el mismo sentir del mundo y pienses que merecen estar ahí y por consecuencia no hay nada que debas hacer.  ¿Acaso no somos todos pecadores?  ¿Acaso no es Cristo el único que nos limpia?  Si Cristo nos recibe con todo lo que traemos arrastrando, ¿quiénes somos para juzgar y hacer lo contrario?  Acuérdate de los presos y recuerda que también son tu prójimo y, como tal, es tu deber amarlo como a ti mismo.  Así también debemos hacer con aquellos que son maltratados.  Me encantaría decir lo contrario pero es verdaderamente triste la cantidad de personas que son maltratadas.  Física o verbalmente.  Niños que son vendidos como esclavos.  Mujeres que son secuestradas para luego ser prostituidas.  En fin, no tiene sentido poner la cantidad de abusos que hacemos como sociedad apartada de Cristo.  Lo que sí debemos hacer, es pedir que Dios abra nuestros ojos y ponga en nosotros el deseo de servir y ayudar.  No necesitas absolutamente nada mas que un corazón dispuesto y el Señor se encarga del resto.  Créeme.  Lo he experimentado en repetidas ocasiones.  Cada vez que yo busco, las puertas se cierran para que después el Señor me muestre que tenía todo arreglado y bajo su control.  No te encierres en tu vida.  No creas que tus problemas son únicos y que no es momento de ayudar.  Por el contrario, no te pierdas entre tanta bendición y te olvides de los menos afortunados.  Acuérdate de los presos y de los maltratados.  ¡Sirve!  ¡Ama a tu prójimo!  No solo des dinero sino involúcrate personalmente donde el Señor te muestre.

Oración
Padre: es más fácil seguir mi camino y no pensar que hay personas que necesitan ayuda.  Sin embargo hoy me pides que me acuerde de ellos y así quiero hacerlo.  Aquí estoy y quiero obedecerte y servirte.  Abre mis ojos y mi entendimiento para poder darme cuenta de cómo y dónde quieres que sirva.  Te lo pido en Cristo Jesús.  Amén.

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