No se olviden de practicar la hospitalidad,
pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
Mateo 25:35 dice: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recogisteis.
Abraham recibió ángeles y lo vemos en Génesis capítulo 18. Ya sea que Dios decida que alguno de sus
ángeles se atraviese en nuestra vida o que recibamos a una persona, nuestro
deber es practicar la hospitalidad. Recuerda
la parábola que cuenta Jesús sobre el samaritano que se detiene a ayudar al
hombre que había sido robado y atacado.
Hospitalidad significa dedicar de nuestro tiempo, dinero y esfuerzo no
solo con aquellos que conocemos y queremos sino con todos. Tristemente cuando uno se encuentra en
ciudades donde la inseguridad es alta, uno prefiere pasar de largo ante
cualquier necesidad porque pudiera ser una oportunidad para algún maleante de
querer aprovecharse y por consecuencia nadie ayuda. El día de ayer vi el testimonio de una mujer
que “levantó la mano” y dijo: quiero servir.
Ayuda a personas de la calle y les comparte del amor que Cristo tiene
para nosotros. Está impactando vidas solamente
porque decidió dejar de estar sentada escuchando y ponerse a actuar. ¡Es tiempo de hacer lo mismo! La hospitalidad es una gran manera de
trabajar para el Señor. Dejamos de
pensar en nosotros y nos enfocamos en los demás. Abrimos los ojos a las necesidades que hay
alrededor de nosotros. ¡Hay mucha! No solo espiritual sino física o
material. La gente se pregunta por qué
Dios permite las guerras. ¿Por qué Dios
permite que haya pobreza y gente muriéndose de hambre? La respuesta es simple: la culpa la tenemos
nosotros al no obedecerle. Al no dar
hospitalidad a nuestro prójimo. Al no
alimentar al que tiene hambre. Al no
sanar al que está enfermo. Preferimos
seguir con nuestro camino tratando de pensar que no pasa nada y cada quien
tiene sus propios problemas. Preferimos
pensar en qué nos hace falta y qué más queremos en lugar de buscar satisfacer
las necesidades de los que están a nuestro alrededor. Egoísmo puro.
¡Por eso hay tanto sufrimiento en este mundo! Por ese egoísmo que dejamos florecer matando
al mismo tiempo la posibilidad de amar al prójimo. La Real Academia define hospitalidad como una
virtud que se ejercita prestando asistencia con quienes la necesitan. ¡Una virtud!
Si hay personas que ayudan y no tienen a Cristo en sus corazones,
¡cuánto más nosotros deberíamos ejercitar la hospitalidad en nuestras vidas!
No soy una persona que se detenga a ayudar a cada persona que se cruza
en mi camino. Al contrario. Me parece que soy bastante egoísta. Te pido que, si eres como yo, meditemos y
pidamos a Dios que cambie nuestros corazones.
Dejemos ese egoísmo atrás y quitémonos el lastre de estar pensando tanto
en nosotros. Busquemos practicar la
hospitalidad. Tal vez abriendo las
puertas de nuestra casa para que se estudie la palabra de Dios. Pide al Señor que abra tus ojos para que
puedas ver en dónde y cómo quiere que trabajes y practiques la hospitalidad.
Oración
Señor: quiero dejar mi egoísmo atrás.
Quiero ser una persona que practica la hospitalidad con su prójimo. Quiero ser una persona que ama a su prójimo y
da testimonio de Tu amor a través de mis actos.
Corrige mis pasos. Trae luz a mi
camino. Te lo pido en el precioso nombre
de tu Hijo Jesús. Amén.
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