¡Oh Jehová, cuánto se han
multiplicado mis adversarios! Muchos son
los que se levantan contra mí. Muchos
son los que dicen de mí: no hay para él salvación en Dios.
Creo que cada uno de
nosotros se puede identificar con este salmo de David. Estoy seguro que has atravesado un momento en
el que simplemente todo parecía estar en tu contra. Una mala racha. Mala “suerte”. Perdiste tu empleo. Algún ser querido fallece. Hay enfermedad. Hay discusión. Soledad.
Adicción. Desilusión. Cuando David escribe estas palabras, estaba
siendo perseguido por su hijo Absalón.
¡Su propio hijo buscaba matarle!
¿Lo puedes creer? El enemigo
estaba dentro de su propia familia. Su
propia sangre. Cuando un niño nace,
simplemente no puede hacer absolutamente nada y depende al cien por ciento de
la entrega de los padres. Principalmente
de la madre. Uno como padre dedica todo
su esfuerzo para cuidar a ese niño.
Imagina el sentimiento de David al darse cuenta que su hijo buscaba
matarle. Seguramente recordó en algún
momento del día que nació y la felicidad que trajo. Sus llantos.
Sus primeros pasos y primeras palabras.
Ese niño ahora buscaba matarle.
¿Qué esperanza puede tener uno cuando las cosas están así? ¿Cómo encontrar consuelo? ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo levantarse y disfrutar un día más si al
momento de abrir los ojos recuerdas que tu hijo te ha traicionado? ¿Sabes?
Cada uno de nosotros va a atravesar distintas situaciones en las que
parezca que no hay solución o, como dice el pasaje ni salvación de Dios. Todo estará contra nosotros. O por lo menos así parecerá. Voltearás a la derecha, a la izquierda y en
cualquier dirección no podrás ver cómo seguir adelante. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Cómo levantarse día a día cuando todo te
está aplastando? David nos da la
respuesta con este salmo. Leíste
bien. Este salmo no es una queja. Al contrario.
Es grito desesperado a Jehová su Dios.
Así que, nos corresponde hacer lo mismo.
Clama a Jehová. dobla tus
rodillas y abre tu corazón diciéndole todo lo que abruma tu corazón y aplasta
tu alma. Confiesa tus pecados. Confiesa lo que hay en tu corazón.
Oración
Padre: estoy cansado. Me siento sin esperanza y acabado. Examina mi corazón y perdona mis pecados. Da dirección y luz a mi camino. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén
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