Responde a mi clamor Dios
mío. Dame alivio cuando esté angustiado,
apiádate de mí y escucha mi oración.
Es verdaderamente increíble
lo necios que podemos ser. No lo digo
por ti sino por mí. Pienso en tantas
opciones antes de doblar mis rodillas y repetir las palabras de David en este
salmo. ¿Por qué insistir en mis
ideas? ¿Por qué insistir en lo que mi
carne dice o quiere? La teoría la conozco:
debo entregar mi vida a Jehová; debo confiar en Él; debo obedecerle; debo
servir, etc. Sin embargo, al momento de
pasar a la práctica pareciera que hay una muralla que nos parece imposible de
atravesar. ¿Te ha pasado? Yo estoy seguro que sí. ¿Sabes?
Nuestro cuerpo nos confunde.
Nuestra carne no nos deja pensar claramente. Por el contrario, el espíritu es el que nos
lleva a estar en línea con Dios y por consecuencia a tomar buenas decisiones en
todas las áreas de nuestra vida. ¿Por
qué escribo esto y qué tiene que ver con el pasaje de hoy? Simple.
Hace ya tres años que compartí que recibí una demanda porque mi perro se
peleó con otro perro y la dueña, al meterse a la mitad de la pelea, resultó
mordida por su propio perro pero inventó que había sido el mío. Para no hacer el cuento largo, tuvimos muchos
problemas y finalmente la aseguradora decidió no pelear y “arreglarse” con
ella. En ese momento quería ir y
gritarle. Tratar de lastimarla como ella
estaba lastimándonos. ¡Estaba diciendo
mentiras! El “sistema” había decidido a
su favor y yo había “perdido”. ¡Cómo me
voy a dejar! ¿Qué puedo hacer para regresarle
el daño que nos causó? Y así mi mente y
cuerpo se llenaban de rabia todos los días.
En ocasiones la veía caminando y tenía ganas de decirle muchas cosas
poco agradables. Sin embargo, gracias a
Dios y a muchos que oraron por mí, Él puso paz y perdón en mi corazón. No fue de un día para otro. Fue una lucha constante entre mi carne y mi
espíritu. Sin embargo, el espíritu ganó. ¿Lo más increíble de todo? Este fin de semana, tres años después de ese
incidente, pude compartir a una persona que no sentía coraje, resentimiento o
deseos de venganza. Que además, Cristo
me ama y perdona sin merecerlo y yo debo amar y perdonar de igual manera a mi
prójimo incluyendo a esta persona.
Probablemente pensó que estaba loco o que no tenía mucho sentido. Por mi parte pienso que, si ese incidente que
atravesamos, sirve para que otra persona vea a Dios trabajando de manera real y
tangible, creo que valió la pena todo ese sufrimiento. Por lo tanto, dejemos de ser necios. No sé que estés atravesando o vayas a
atravesar en tu vida. Lo que sí sé es
que habrá momentos en los que la mejor decisión será clamar a Dios y pedir que
se apiade de ti, que escuche tu oración y que traiga alivio porque estás
angustiado. No seas necio como yo lo fui
y deja de pelear entre tu carne y tu espíritu.
Clama a Jehová. Dobla tus
rodillas. Dobla tu orgullo. Acude al lugar donde realmente hay alivio y
descanso.
Oración
Señor: gracias. En verdad eres maravilloso. Tu amor y perdón remueven todo mi ser pues
simplemente no merezco todo lo que haces por mí. Te pido perdones mis pecados y me guíes para
caminar conforme a tu voluntad. Clamo a
Ti pidiendo alivio y que escuches mi oración.
Quiero aprender a depender de Ti y entregarte mis problemas. Quiero crecer espiritualmente y aprender a
morir a mi carne. Te lo pido en el
nombre de Jesús. Amén
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