Oh Señor, soberano nuestro,
¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!
¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!
Como ya he escrito
anteriormente, Satanás es real y quiere evitar que tengas comunión con
Dios. Es sumamente inteligente y ha
logrado bastante. Con el pasaje de hoy,
pienso en lo majestuoso que es el cielo y lo precioso que puede ser un
atardecer o un rayo de sol atravesando un hueco entre las nubes. Cuando llega la lluvia, podemos sorprendernos
de lo sutil o imponente que puede ser. Y
¿por qué digo que Satanás es inteligente y qué tiene que ver con este
pasaje? Fácil. Se ha encargado de hacernos dejar de voltear
al cielo. Se ha encargado de ocuparnos
con tantas otras cosas que pueden pasar los días y ni una sola mirada
levantamos al cielo y admiramos la gloria que Dios ha dejado como muestra en
él. Piénsalo. ¿Hace cuánto tiempo que no te has detenido de
tu rutina diaria para poder admirar el cielo o cualquier elemento de la
creación del Señor? Eso sí, queremos
bendiciones, queremos recibir todo de Dios pero nunca hacemos pausas en nuestra
vida. Queremos que Él se acomode a
nosotros. Queremos que Él actúe en
nuestros tiempos y resuelva a nuestra manera.
¡Dios es Dios! ¡Tú eres tú! No quiero hacerte sentir poca cosa pero
comparado con Dios qué puedes pedir.
Dios es soberano y su nombre es imponente en toda la tierra. ¿Por qué le exigimos? ¿Con qué soberbia podemos siquiera voltear al
cielo sin caer de rodillas? El cielo es
una muestra de la gloria de Jehová y debemos utilizarla como un constante
recordatorio. Ya sea porque estás
pasando un gran día y volteas para cantar con gozo y agradecer a Jehová o, por
el contrario, tu día ha sido sumamente difícil y volteas para clamar a Él, en
cualquier circunstancia no dejes de voltear al cielo y recordar su gloria. Recuerda su soberanía. La Real Academia define soberanía como:
autoridad suprema, alteza o excelencia no superada en cualquier orden
inmaterial. ¡Esa es solamente una de las
muchas características del Señor! Él
está por encima de todo. De cualquier
problema que puedas tener. De cualquier
persona que quiera hacerte daño. De
cualquier situación que te haga estar inquieto e incierto. ¡Dios es autoridad suprema! Vuelve a leer el pasaje con detenimiento a
los adjetivos que le describen. Ahora
dobla tus rodillas. Dobla tu
orgullo. Has una pausa en todo lo que
está pasando por tu mente y has una oración.
Oración
Señor Jehová: eres soberano
y yo tu siervo. Eres majestuoso y la
gloria es para Ti. Vengo a pedirte
perdón por mis pecados. Perdón por mi
soberbia y mis rebeldías. Gracias por
recordarme lo grande que eres y lo pequeño que soy. Gracias por permitirme acudir a Ti en mi gozo
y en mi llanto. Gracias por el cielo que
día a día puedo voltear a él y recordar quién eres Tú. No permitas que me aparte de Ti mi Dios. Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús. Amén.
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