Cuando contemplo tus
cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me
pregunto: ¿Qué es el hombre para que en
él pienses? ¿Qué es el ser humano para
que lo tomes en cuenta?
Una pregunta muy común
cuando se habla de Dios es: ¿Por qué Dios
permite esto o aquello? Ejemplos
como las guerras, el hambre, las enfermedades, los secuestros o asaltos, los
asesinatos y violaciones, en general, toda la lista de las maldades que hacemos
como hombres, entran en esa pregunta.
¿Por qué Dios lo permite?
¿Sabes? Esa pregunta habla mucho
de dónde está posicionado nuestro corazón y nuestra manera de entender la vida. Cuando uno quiere acomodar a Jehová a su
entendimiento, uno se siente con el derecho y la autoridad para cuestionar y
reclamar sus obras. Por otro lado,
cuando uno acepta a Cristo y busca vivir conforme a su voluntad, las palabras
de David en este salmo son sumamente poderosas, edificantes y
transformadoras. Nos abren los ojos y
renuevan el entendimiento. ¿Quién soy yo
para cuestionar a Jehová? ¿Quién soy yo
para que en mí pienses? ¿Quién soy yo
para que me tomes en cuenta?
¡Nadie! No soy nadie. No he hecho nada para merecer el perdón que
Dios me ha otorgado. Tampoco merezco el
amor que derrama sobre mí. Por lo tanto,
la interrogante no es el por qué Dios permite esto o aquello sino quién soy yo
para cuestionarle. ¿Lo puedes
entender? Jehová creó con sus dedos los
cielos. Ni siquiera la mano entera necesita
para crear lo que nosotros jamás podríamos crear. Nuestra carne nos lleva a ser egocéntricos
mientras que el Espíritu nos dirige a la humildad, el servicio y la obediencia
a Dios. Hay gente que necesita “tocar
fondo” para darse cuenta que no merece nada y sin embargo Dios sigue ahí con
los brazos extendidos. No seas necio y
soberbio. No esperes a que tu vida se
desmorone para entender que el egocentrismo no lleva a nada bueno mientras que
una vida Cristo céntrica produce bendición.
Respondiendo la pregunta
inicial, no es Dios quien permite todas esas maldades sino el hombre que está
alejado de Él. Medita en el pasaje de
hoy. Medita en dónde está tu
corazón. En dónde están tus
pensamientos. ¿Vives agradecido? ¿Vives con gozo? Si tu respuesta es negativa es porque no has
entendido las palabras de David en este salmo.
Oración
Señor: vengo de rodillas a
pedirte perdón. No soy nadie para
cuestionarte ni para merecer nada de Ti.
Gracias por derramar tu amor sobre los que te pedimos perdón y recibimos
a tu Hijo Jesús. Gracias por darnos
tanto. Yo te pido que mi vida pueda ser
testimonio del gran amor que me tienes y lo maravilloso que eres. Gracias por fijarte en mí. Gracias por tomarme en cuenta. Gracias por conocerme a la perfección. Gracias por la esperanza que traes a mi
vida. En Cristo Jesús. Amén
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